Dios detrás de las nubes

Aranoa soltó los fuegos de artificio con Los lunes al sol y ahora nos ofrece la realidad desnuda ante la cámara. Amador decepcionará a muchos, a los que ponen pegas a todo, pero sobre todo a los insensibilizados que prefieren llenar una tarde de domingo con el estruendo de las balas de Angelina Jolie y no ver lo que tienen delante. Es cierto que a Aranoa parece habérsele secado el sentido del humor -la solución que ha escogido para sacar unas risas, a través de una castiza prostituta, tal vez no sea la mejor-, pero es difícil retratar la realidad inmigrante a medio metro de la cámara y no ponerse un poco serio. Amador es una metáfora concentrada de lo cotidiano, un giro a la ascesis preñado de poesía. El único ropaje que necesita son unas flores muertas que, perfumadas después con esencias que venden en cualquier supermercado, hacen más llevadera la vida en este escenario.