El ourensano David Rubín es uno de los nombres más importantes dentro de los autores de cómic nacional. Fogueado en concursos regionales y destacando en el fanzine Barsowia (que edita desde 2003 con el colectivo de autores Polaquia, al que pertenece), su carrera ha sido desde entonces una constante ascendente, desde capitalizar la atención en cada aportación fanzinera hasta protagonizar recopilatorios de su obra dispersa (el primero de ellos, El circo del desaliento, publicado en varios países y premiado en el Salón del Cómic barcelonés) o editar nuevos trabajos directamente como novelas gráficas (amén de sus trabajos en la animación gallega, dentro de la productora Dygra, por ejemplo codirigiendo El espíritu del bosque).

De estilo muy marcado pese al aglutinado de claras influencias (de Frank Miller, el autor de Sin City, hasta la serie Bola de Dragón de Akira Toriyama, inagotable y famosísimo manga/anime As bolas máxicas de la TVG), siempre, desde sus primeros escarceos profesionales, esforzado en mostrar un mundo personal, la trayectoria de Rubín ha sido la de un permanente crecimiento, solidificando su trayecto como autor obra a obra. Pero posiblemente en ese camino paso a paso, El Héroe (Editorial Astiberri) no resulta una zancada, sino un brutal salto de gigante. O mejor, de Hulk, en tanto que otro claro referente del dibujante es el género de los superhéroes.

Con El Héroe David Rubín realiza una revisión posmoderna del mito del semidiós grecolatino Heracles/Hércules, que entiende como molde primigenio de todo héroe venidero, de Amadís de Gaula a Supermán, pasando por Son Goku o incluso los moteros de Easy Rider. Y centrado en diseccionar el origen de lo legendario y la esencia de la leyenda, el autor consigue su trabajo más redondo hasta la fecha.

Frente a títulos pretéritos donde el ahínco por demostrarse auteur podía acartonar levemente la obra, todo aquí rueda con la intensidad del tebeo de género. Pero al mismo tiempo, El Héroe no es un cómic "de aventuras", ni mucho menos "de superhéroes", ni de ningún marco estanco, sino un cómic de autor que nos habla de la naturaleza profunda del sujeto heroico, del acto heroico, y de la esencia de eso que llamamos heroísmo en todas sus facetas.

Además, la forma logra una excelencia vertiginosa. Contemplando las páginas de El Héroe y contrastándolas a las de obras previas tan interesantes como Cuaderno de Tormentas, (2008, Editorial Planeta) uno advierte tal progreso que se pregunta por el futuro. ¿Hasta dónde conseguirá encaramarse un autor que ya ha logrado tal grado de estilización? Porque el presente, este primer volumen (de dos) de las gestas de un Heracles motorizado, amigo de ciudadanos antropomórficos de la ciudad de Nauplia (en una Grecia atemporal, imaginada, entre el mito y el presente), aventurero por deber, sacrificado y generoso, es un tebeo que nos muestra tal catálogo de aciertos formales que provoca admiración: secuencias narradas con pericia asombrosa, momentos de onirismo que desatan un discurso metalinguístico fascinante, un eficaz empleo del color narrativo, inventivas onomatopeyas... todo deslumbra en esta novela gráfica.

Y además, El Héroe resulta un libro adictivo, una historia que atrapa al lector adolescente por su acción non-stop así como por su gran fuerza y dinamismo visual, y atrapará con su discurso profundo al lector adulto. Un trabajo redondo al que solo cabe pedir una cosa: su segunda parte, pronto.