Algunos de los miembros de la actual alineación de Bad Religion -sobre todo su cantante, Greg Graffin, todo un catedrático de Antropología y Geología de la Universidad de California y único miembro constante desde la formación fundacional- bien podrían ser abuelos de los componentes de la mayoría de los grupos que constituyen el cartel de Marisquiño, festival al que pondrán un atronador fin de fiesta. Pero eso a buen seguro que importará muy poco a la legión de seguidores que podrán presenciar por primera vez en Galicia un concierto de esta banda, hogaño considerada un referente inexcusable del punk rock, que conmemora en Vigo su trigésimo aniversario aunque en realidad cumpla 31, según apuntan los manuales oficiales del rock.

Y es que durante años Bad Religion ha comandado el resurgimiento del punk rock made in USA recogiendo el legado de bandas como Black Flag o los Ramones y siendo precursores del hardcore melódico surtido con unas letras cargadas de ironía y reflexiones sobre la sociedad que les ha tocado vivir/sufrir. En todas ellas, se aprecia, evidentemente, la huella del señor catedrático Graffin.

La historia de Bad Religion se remonta a finales de los 70 (siglo pasado), con el traslado de la familia de Gregory Walter Graffin a Los Ángeles, aunque no fue hasta 1980 cuando el mentado Greff Graffin (voz), Jay Bentley (bajo), Jay Ziskrout (batería) y Brett Gurewitz (batería) empezaron a dar forma en el sur de California al que sería uno de los proyectos más longevos del rock actual.

En 1981 salió a la venta su primer EP, Bad Religion, y tras varias apariciones en discos recopilatorios y los primeros cambios en su formación, al año siguiente graban en Hollywood el que sería su primer disco largo, How could hell be any worse. La edición del segundo LP, Into the unknown, de tintes psicodélicos, no ofreció buenos resultados comerciales y provocó un terremoto en el grupo que, ya en su tercera entrega, rectifica el rumbo inicial y regresa a su sonido rápido y directo con Back the Known (1984).

Tres años tardarían en volver a enseñar a su público un nuevo trabajo, pero a fe que en esta ocasión valió la pena esperar, porque el resultado fue Suffer, un álbum todavía valorado hoy en día como uno de los discos más influyentes del punk rock y que les situaría en la primera línea del punk californiano a la vera, e incluso por delante, de bandas como The Offspring, Green Day o NOFX.

No Control (1989), Against the grain (1991) y Generator (1992), sus tres siguientes discos, continúan manteniendo al grupo como referente en su estilo y aunque su fichaje en 1993 por la multinacional Atlantic Warner decepcionó a parte de sus fans, lo cierto es que sería en ese tramo fuera de Epitaph, su propio sello, cuando compondrían la que a estas alturas es una de sus canciones más conocidas y emblemáticas, 21st Century (digital boy) con la que alcanzarían el Disco de Oro (un millón de copias expendidas) en Estados Unidos.

Tras editar varios discos más cercanos al rock alternativo post-grunge que al hardcore melódico, en 2001 la banda vuelve a sus raíces y, a la par, recupera a uno de sus miembros fundamentales, el guitarrista Brett Gurewitz, con el que graban The process of belief o, lo que es lo mismo, una especie de refundación que ya no daría marcha atrás hasta hoy con Dissent of man (2010) su último álbum publicado hasta la fecha.