La obra A cegueira, meritoria del vigésimo premio Álvaro Cunqueiro destaca -para el tribunal- como "transgresora" en el actual panorama teatral, por su "desafío" y un carácter abierto e imaginativo. Su autor, Marcos Abalde, recibió el premio -dotado económicamente- con doble orgullo y humor ácido. Por el reconocimiento y porque tras catorce meses de desempleo, reconoce con cierta sorna que para su último trabajo remunerado, de jornalero en la comarca de Betanzos, no era precisa formación. La entrevista transcrita se realizó en gallego.

-Apuesta por el teatro poético, una vertiente no muy común en Galicia.

-Para resumir, se puede hacer un teatro más narrativo, o más poético. Mi opción, la poética, no es tan frecuente en el teatro gallego y en los premios, tampoco.

-¿Considera que exige más?

-Sí. Le exige más al espectador y al lector. No es un teatro convencional, que asume la unidad del espacio, el tiempo o los personajes. Es una mayor esfuerzo de imaginación, de creatividad para todos. Es como si en literatura a todos los poetas les obligasen a hacer sonetos. En el teatro, parece que también solo se pudieran hacer sonetos para una pieza bien hecha, si no, no es teatro.

-Pero es representable.

-El teatro más contemporáneo pasa por esta línea, más poética. Subrayo que esta vez el premio Cunqueiro apostó por un texto que constata esta otra manera de hacer teatro.

-También obtuvo usted el premio Josep Robrenyo, en Cataluña. ¿Se siente ahora más profeta en su tierra?

-Es una alegría. Es curioso que el primer premio de un autor gallego sea fuera de su tierra, aunque era un certamen estatal en el que se podían enviar textos en todas las lenguas del Estado. Aún era más joven entonces y fue una satisfacción grande. Que lo confirme el Cunqueiro es un honor, además de que los 6.000 euros me vienen bien.

-¿Y para cuándo su puesta en escena?

-Agadic no tiene ese compromiso y por el momento, no se representará. Pero yo, aunque no sé cuándo, espero verla en escena. No sé si dentro de cincuenta años... Malo será (Risas).

-A cegueira tiene muchas referencias tanto literarias, como simbólicas. Por ejemplo, ya el título recuerda a ese ensayo tan ilustre de Saramago.

-Si tiene algo, es esa ceguera que está planificada y que alimenta a la barbarie en la que vivimos. El texto parte de la condición de que vivimos en un sistema criminal, que se basa en la destrucción del ser humano y de la Tierra. Los gestores de ese sistema no son otra cosa que gestores de la barbarie. Pero está todo tan atado y bien atado para hacernos creer que somos inocentes y cándidos y que la barbarie es lo normal. Así que por eso la ceguera alimenta esa situación catastrófica.

-Aparece Palestina, ¿está allí ambientada la obra?

-Es ficticia y es real. Palestina es un lugar simbólico, contemporáneo de máxima destrucción y deshumanización. Las personas que viven en la franja de Gaza sufrieron falta de dignidad. Hoy, los palestinos son los nuevos judíos, los nuevos parias.