-Canta y toca la armónica. ¿Con qué se queda?

-Me gustaría hacer una de las dos cosas, tocar la armónica, jazz, pero nunca di el paso definitivo. Es bonito cantar, es bonito tocar, pero creo que debería centrarme en una sola cosa. Si lo hiciera sería en la armónica cromática.

-No es un instrumento común, ¿cómo empezó?

-Con once años estuve enfermo de tétanos. La herida en la pierna era la excusa perfecta para decirle a mi madre que no podría ir a clases de piano nunca más porque estaba lejos. No me gustaban, la profesora era estricta, era la mujer del sargento, y había que caminar mucho. En verano, en vacaciones, estaba buscando algo en una tienda de juguetes. Vi una armónica, tenía suficiente dinero, y la compré. Salía al campo y me pasaba el día tocando. Pero nadie lo sabía. No lo supieron hasta que tuve 15 años.

-¿Y eso?

-Mi hermano, cinco años mayor, tenía un grupo y no le gustaba que estuviera rondando cuando ensayaban. Me sentaba mientras intentaban que uno de ellos aprendiera a tocar la armónica. Yo le ayudaba. Le decía 'haz esto', 'pon la boca así'. Mi hermano le quitó la armónica, me la plantó en la mano y me dijo que lo hiciera yo.

-¿Aprendió por su cuenta?

-Sí, tocaba durante horas, solo ritmos, lo necesitaba, me sentía libre.

-Pero usted tenía idea de música, había ido a clases de piano.

-Sí, sabía leer música, pero ya está. Nunca me senté a estudiar, simplemente tocaba. Empecé con escalas de cinco notas y poco a poco fui sacando más notas, hasta once.

-¿Conserva esa armónica?

-No, la perdí hace muchísimos años, pero me duró mucho.

-¿Pensó que algo comprado en una juguetería sería su vida?

-Nunca pensé que fuera un juguete. Tampoco que fuera a ganar dinero con ella. No era ambicioso en ese aspecto, fue mi hermano el que me empujó. Ahora no es un instrumento común, pero fue muy popular en Gran Bretaña en los años 60, muchísima gente la tocaba.

-¿Cuándo le pagaron por tocar por primera vez?

-Me quedé en shock porque no me lo esperaba. Fue en un club en Oxford, de folk y blues, me pagaron dos libras. Las rechacé, pero me dijeron que me las había ganado.

-En ese momento pensaría que querría vivir de la música.

-No, pensé que era una excepción, pero la gente empezó a llamarme para tocar con ellos. Me pagaban dos libras por acompañarles en dos canciones. Estaba bien.

-¿Le puedo preguntar cuánto le pagan ahora por dos canciones?

-Pues no lo sé porque prácticamente no toco. He tenido algunos accidentes. Olvido mi edad con demasiada facilidad. Solía tocar bastante en el Pereyra. Es un buen lugar para los músicos.

-Toca blues y actúa en un festival de jazz. ¿Ahora cualquier cosa es jazz?

-Sí, en cierta manera, sí. Los músicos de jazz tocaban canciones populares pero las vestían un poco.

-Dice que no es consciente de su edad. ¿La noche pesa?

-No, no hay problema si controlo lo que bebo.

-Es británico y vive en Ibiza, ¿no echa de menos el ambiente de los clubes?

-Al principio sí, pero ya he empezado a olvidarlo.

-¿Faltan espacios para tocar?

-Sí, aquí hay muchos músicos pero pocos clubes para que toquen. Creo que los chicos jóvenes harán cosas importantes en el futuro, trabajan mucho, pero necesitan sitios. Necesitan más de un sitio.

-Trabajó en Nueva Orleans.

-Fui a buscar músicos y me decepcionó. Me gustó más Chicago o incluso Texas, que es un buen sitio para encontrar músicos. Nueva Orleans no me impresionó tanto como esperaba. Chicago fue mejor. Encontré un chico, Snooks Eaglin, del que era fan desde los 18 años. Pensé que estaba muerto y se lo dije. Eso sí fue increíble.

-¿Considera que el blues está en horas bajas?

-No lo sé. Era muy popular en Europa en los sesenta, pero ahora creo que no. En la radio suena pop. No sé dónde encaja ahora el blues.

-¿Ha escuchado nueva música blues buena en los últimos años?

-No, Miles Davis es la última nueva buena música blues que he escuchado. Lo vi en Holanda, dos meses antes de que se muriera. Era muy extrovertido. Algunos me dijeron que no fuera a verle porque no le gustaban los blancos, pero fue un concierto inmenso.

-¿El mejor que ha visto?

-No, el primer concierto que me impactó fue uno que vi al llegar a Ibiza, con Tony Williams. ¡Guau! Nunca había visto a nadie tocar así. En el 63, cuando tenía 17 años, mi hermano me llevó a un festival en Inglaterra. Tocaban Sonny Boy Williamson, Muddy Waters, Big Joe Williams, Willie Dickson, Victoria Spivey. No olvido ese concierto.

-¿Cree que antes importaba la música y ahora importa más lo que la rodea?

-No, siempre ha sido igual. Los músicos y y los cantantes debían ser guapos, atractivos, era una de las cosas por las que entrabas o no en un grupo.

-¿Los feos no pueden ser músicos?

-No, que cambien de idea. Quizás sean guitarristas de un grupo pop.

-¿Regalar armónicas como juguete le resta seriedad al instrumento?

-Sí, mucha gente dice que no soy músico. Es un instrumento muy simple, de bolsillo. Los soldados las llevaban al frente para tocar cuando estaban solos o querían animar a sus amigos, es el instrumento de los cowboys solitarios. Esta es una armónica cromática, hay mucho trabajo para tocarla.

-¿Cuántas tiene?

-Demasiadas, algunas rotas, las guardo por las piezas, para reparaciones.