La catedral de Santiago de Compostela guarda tesoros como el recién recuperado Códice Calixtino, pero también muchos secretos arqueológicos, producto de muchos siglos en pie y muchas modificaciones de su estructura. En realidad, la catedral de Santiago, kilómetro cero de una de las grandes rutas jacobeas mundiales, no ha parado de crecer: iglesia sobre capilla, catedral sobre iglesia... piedra sobre piedra, y todo sobre la memoria de un apóstol que nunca estuvo en España... que se sepa.

Un anteproyecto para despejar las numerosas dudas arqueológicas que se ciernen sobre el templo lleva sobre la mesa del Cabildo y el Obispado de Compostela varios años. Y esa idea nació en Asturias, de la mano del catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo Javier Fernández Conde, quien justifica el reto: "Desde el siglo XIX se hicieron en la catedral de Santiago muchas excavaciones, en general técnicamente muy desgraciadas y con falta de rigor".

Excavaciones que dejaron asignaturas pendientes. Lo que propuso Fernández Conde a la jerarquía eclesial gallega, comenzando por Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela, era crear una comisión de historiadores medievalistas y arqueólogos que abordara un proyecto serio de excavaciones: "hay que revisar todo lo que se excavó, revisar también todo lo que se escribió sobre esos trabajos y plantearse nuevas dataciones". Hay mucho por descubrir en el subsuelo de la catedral de Santiago "lo que enriquecería enormemente el museo histórico de la basílica".

Cuando en el siglo XII se escribe y dibuja el Códice Calixtino, considerado como la primera guía del Camino de Santiago, Santiago ya era lugar sagrado desde hacía siglos. En sus orígenes tiene mucho que ver Asturias. Alfonso II (760-842) es el primero que funda una capilla conmemorativa del supuesto descubrimiento, hacia 814, de la tumba del apóstol Santiago.

Posteriormente Alfonso III (848-910) consagra un templo prerrománico del que quedan indicios en la actualidad y que fue liquidado por las tropas de Almanzor. "El suelo de esa iglesia está esperando que se excave", señala Fernández Conde.

La monarquía asturiana cobra especial protagonismo en la consolidación de Compostela como lugar sagrado, y no solo por cuestiones piadosas. "Alfonso II necesitaba potenciar un santuario en una parte difícilmente integrable, como es la actual Galicia" donde además eran frecuentes las revueltas.

Acertó, pero que nadie piense que el rey asturiano elige un lugar yermo. "Se trataba de un cruce de caminos que enlazaba con la vía romana del norte de España; un lugar abrigado y coherente", lo califica Javier Fernández Conde.

Los vestigios de las construcciones de Alfonso II y Alfonso III serían el objetivo arqueológico principal según Conde, que lamenta que el Obispado compostelano no se decidiera a abordar el proyecto: "La verdad histórica no hace daño y queda mucho por hacer en Santiago".

Los orígenes, tan lejanos, están sumidos en la noche de los tiempos. Esta es una historia que se mueve entre leyendas. Por supuesto, Santiago el Mayor nunca estuvo en lo que hoy son las tierras de España. Murió en el año 42, asesinado en Palestina por el gobernador Agripa.

La tradición de su enterramiento en Compostela se fundamenta en el siglo IX en época de Alfonso II. La imagen imposible de Santiago predicando en España cobra fuerza a partir del siglo XII. La primera vinculación de Santiago con España aparece en De Vita et Obitu Patrum, una obra de San Isidoro, en el VII. "Es un misterio por qué se vincula precisamente a Galicia en plena monarquía asturiana, y no a Toledo, Sevilla o Barcelona, que serían lugares más lógicos". El mito del finis terrae puede tener mucho que ver. Y ya a finales del siglo VIII, en tiempos de Mauregato, se produce la primera referencia de Santiago como patrono de España.

Un baile de fechas y de tradiciones, que fueron consolidándose hasta convertir a la catedral de Santiago en sede de una tumba que desde la perspectiva de la Historia rigurosa no existe, la del Apóstol.

Se cuenta que Alfonso II el Casto fue el primer peregrino a Santiago. Es otra leyenda sin demasiado fundamento porque no consta en documento alguno esa "excursión" del rey asturiano al lugar donde el monje ermitaño Pelayo descubrió supuestamente la tumba del Apóstol. En el siglo IX ya hay peregrinos; en el X Santiago se convierte en fenómeno internacional... y hasta ahora.