El fotógrafo francés Claude Le Gall vuelve a Galicia cada año desde que en los 80 visitó nuestras tierras atraído por la tradición celta que hermana esta comunidad con su Bretaña natal. El Museo do Pobo Galego inauguró ayer Suite Galicienne, una exposición de sus fotografías.

-¿Cómo llegó a hacer fotografías en Galicia?

-Empecé en 1986, desde Bretaña es normal interesarse por Galicia porque antes había trabajado en Irlanda, y después de trabajar en Irlanda pensaba que podía ser interesante trabajar en Galicia porque había leído que en el siglo VII había un obispo bretón que emigró a Galicia y durante doscientos años se habló bretón en un pequeño lugar cerca de Mondoñedo. Esto me dio una impresión increíble y por eso decidí venir y empezar un trabajo sobre Galicia. Encontré a un cura en un lugar cerca del río Miño que también era aficionado a la fotografía, fuimos a la Romería de Santa Marta ese año, en 1986, y las tradiciones sobre los muertos me recordaron a las de mi pueblo en la costa de Bretaña. Después he vuelto muchas veces a sacar fotos de la gente, porque es lo que más me interesa, y el modo de vivir ha cambiado muchísimo en estos veinticinco años.

-¿Qué fotografías encontraremos en la exposición Suite Galicienne?

-Son fotografías realizadas en Galicia desde 1986. He trabajado mucho en Arbo, en A Costa da Morte, un poco en Santiago, en la Ribeira Sacra, Chantada, en las provincias de Ourense y Lugo, y naturalmente en Sabucedo donde en 1988 tomé imágenes de la Rapa das Bestas. Las últimas fotografías son de octubre de 2011. Hay muchos temas, es como una historia, una imagen lleva a otra, como en un libro.

-¿Qué es lo que más ha cambiado en Galicia para usted?

-Me interesa el mundo rural, que en Bretaña también está desapareciendo. No me gusta la fotografía conceptual, lo que me interesa es retratar a la gente y los modos de vivir. Me gusta la fotografía humanista. Lo que más ha cambiado es el turismo de masas y las carreteras, que son mucho mejores ahora. El peligro es que todas las partes del mundo se van uniformizando y se pierden cosas. Las generaciones de jóvenes fotógrafos tienen que buscar más para encontrar algo diferente.