Tres veces -dice Cio-Cio-San- ha hecho nido el petirrojo desde que su marido partió hacia los Estados Unidos. En A Coruña (al menos, en los alrededores), o paporrubio también nidifica cada año. Pero este otro maravilloso pájaro sonoro que es Madame Butterfly, la ópera de Puccini, con sus repetidas alusiones a la hermosa ave, llevaba veintiún años sin emitir su precioso y variado canto dentro del Festival de Amigos de la Ópera. Es la feliz recuperación de una obra que, tras su catastrófico estreno, permanece incólume en repertorio hasta nuestros días. Algo muy parecido a lo que también sucedió con La Bohème, para sonrojo y escarnio de aquellos públicos y de aquellos críticos. Madame Butterfly, como ópera, es interesante desde el punto de vista del contenido (la ambigüedad moral de los dos protagonistas, sobre todo) y de la hermosa partitura que compuso Puccini. Tiene un problema insoluble y es su intrínseca lentitud escénica derivada tanto del característico tempo oriental como del propio desarrollo de la peripecia. La representación coruñesa no fue una excepción; pero la escena, si no resultó movida, fue en cambio de una calidad estética poco común. Y lo asombroso es que ello se consigue con elementos relativamente sencillos (si exceptuamos los maravilloso trajes de Shizuko Omachi). Un ciclorama de fondo, que toma diversas coloraciones dependiendo del momento de la jornada (diuna, nocturna) e incluso del final (en rojo-sangre), y unas estructuras ligeras, sencillas, pero de gran belleza con algún pequeño aditamento (el más destacado, un cerezo colmado de flores en el segundo acto). Pontiggia ha demostrado de qué modo el talento consigue maravillas con medios relativamente modestos.

La Orquesta, soberbia, como siempre, dirigida por un gran profesional; sin embargo, en esta oportunidad, Panni se dejó llevar a veces por un entusiasmo instrumental excesivo en detrimento de las voces. El caso más notorio fue el de Tito Beltrán, tenor spinto que tiene cierta tendencia a colocar los agudos "atrás", con lo que se produce una notable merma tímbrica y se reduce la proyección; el artista chileno canta y emite bien; pero este problema resta mucho brillo al registro superior y esa es una severa limitación para un cantante de ópera.

Como era de esperar, la gran triunfadora fue Fiorenza Cedolins que había dejado un grandísimo recuerdo en su recital de 2006. Bella voz de soprano lírico-dramática (¿hoy, francamente dramática?), impecable ecuela de canto, bellos agudos, hermosos graves y una enorme capacidad expresiva. Su tercer acto, inolvidable. Fue largamente aclamada.

¿Habremos de aguardar otras seis nidificaciones del ave del pecho carmesí para escucharla de nuevo? Espléndida, Nuria Lorenzo, una de las mejores Suzuki que se han escuchado en nuestra ciudad, tanto por carácter vocal como desde el punto de vista escénico. También recibió importantes muestras de aprecio en forma de aplausos y bravos. Como el barítono Quiza, que estuvo muy correcto en un papel nada fácil.También el bajo Feria, en un rol desagradecido. Los secundarios, en esta ópera o son más actores que cantantes (el tenor Pardo, como Goro) o tienen un tratamiento insignificante; todos ellos cumplieron con acierto. El Coro Gaos se mantuvo en un plano de absoluta discreción. Incluso, en su pasaje más conocido, el célebre coro bocca chiusa que fue cantado tras telón con lo que la sonoridad resulto bastante pobre.

Madame Butterfly

Puccini

Lugar: Palacio de la Ópera, 27 de Septiembre de 2012

Intérpretes: Fiorenza Cedolins (Butterfly), Nuria Lorenzo (Suzuki), Tito Beltrán (Pinkerton), Borja Quiza (Sharpless), Alberto Feria (Bonzo).

Música: Orquesta Sinfónica de Galicia. Coro Gaos. Marcello Panni, director musical.

Escenografía: Mario Pontiggia, director de escena y escenógrafo.

Producción: Festival de Ópera de Las Palmas de Gran Canaria. LX Festival de Amigos de la Ópera.