El Barroco, el estilo arquitectónico y artístico que promovía la ornamentación recargada en los siglos XVII y XVIII, tuvo en Galicia un desarrollo muy relacionado con el orgullo patriótico y el vínculo con Dios. En la comunidad gallega, entre sus máximos exponentes se encuentran las fachadas del Obradoiro de la catedral y del monasterio de Sobrado dos Monxes. El catedrático Alfredo Vigo defiende en un libro que el Barroco "fue una apología del Reino de Galicia, una imagen del triunfo y de su vínculo con Dios. (...) Fue una arquitectura espectacular, sin complejos, casi una arquitectura nacional patriótica".

La tesis de situar este estilo como una arquitectura galleguista ha sorprendido al propio estudioso, catedrático de Historia del Arte por la Universidade de Santiago de Compostela. "Ni yo mismo sabía que el Barroco en Galicia tenía tantas connotaciones hasta que escribí el libro", en relación a la obra Barroco. La arquitectura sagrada del antiguo Reino de Galicia (1658-1763) que presentó ayer en el Museo das Peregrinacións.

"A mí -justifica este profesor- me interesa poner de manifiesto que la arquitectura del Barroco gallego más conocida, la del último tercio del siglo XVII y del primero del XVIII, expresa orgullo y triunfo del Reino de Galicia en la monarquía española compuesta por muchos reinos que se llevaban mal entre sí". El catedrático recuerda el contexto político e histórico-social de la Galicia de entonces: "Galicia era un reino sin voz en las Cortes; era maltratado por otros reinos. De alguna manera, nos miraban mal, nos consideraban un pueblo burdo, sin historia".

El cardenal italiano César Baronio (1538-1607) negaba que Santiago hubiese venido a predicar a España, lo que tiraba por tierra su enterramiento en Compostela. "También había miembros de la Corte que defendían que Santa Teresa debía ser patrona de España compartiendo título o quitándoselo a Santiago", detalla el catedrático.

Galicia tuvo que luchar y logró, al fin, su reconocimiento en el siglo XVII cuando consiguió el voto en la Cortes, Santa Teresa se quedó sin ser patrona y las tesis de Baronio no ganaron. Al reafirmarse que Santiago había predicado en España, "el Reino de Galicia quedó vinculado a las cosas sagradas; era el pueblo más importante porque Santiago lo había elegido para enterrarse. Además, Felipe IV consagró la Ofrenda Real al Apóstol. Esto fue una eclosión triunfal que conllevó a que toda la arquitectura fuese una apología del Reino de Galicia, una imagen del triunfo y su vínculo con Dios", concluye Vigo en su libro, editado por Teófilo Edicións.