La banda estadounidense The Killers, uno de los grupos más influyentes de la escena rock de los últimos años, presentó la noche del martes en Santiago su último trabajo, "Battle Born", ante diez mil espectadores en un concierto correcto pero un tanto desapasionado.

En su quinto recital en Chile en cuatro años, la banda de Las Vegas liderada por el carismático Brandon Flowers (voz y teclado) demostró, eso sí, el oficio que ha adquirido desde el lanzamiento de su primer álbum, el alternativo "Hot Fuss" (2004), al que le siguió el rock épico de "Sams Town" (2006) y el bailable "Day & Age" (2008).

Después de vender más de quince millones de copias en sus diez años de carrera, incluyendo el disco de caras B "Sawdust" y el directo "Live from The Royal Albert Hall", llegó "Battle Born" ("Nacido de una Batalla", lema del estado de Nevada), que puso fin a cuatro años de espera.

Durante este tiempo, Brandon Flowers lanzó en solitario "Flamingo" (2010); el bajista Mark Stoermer "Another Life" (2011), Ronnie Vannucci Jr. (batería y percusión) formó una banda paralela llamada Big Talk, y el guitarrista Dave Keuning se dedicó a la vida familiar.

Pero el grupo estrella del "indie rock" mundial regresó hace medio año a los escenarios y esta noche en Santiago desplegó un espectáculo cargado de luces, miles de vatios de sonido y efectos pirotécnicos.

Vestido con una chaqueta de cuero negro como la de Marlon Brandon en "The Wild One" y un corte de pelo al estilo "nerd", Brandon Flowers y sus compañeros irrumpieron en el Movistar Arena con "Mr. Brightside", una de las primeras canciones compuestas por la banda, a la que siguió "Spaceman", del disco "Day & Age", y "Smile Like You Mean It" .

Dotado de una voz portentosa y un talento natural para comunicarse con el público, Brandon Flowers no tardó ni diez minutos en abrir fuego.

"¿Nos extrañasteis?", preguntó a los espectadores. "¡Nosotros también!", respondió sin darle tregua a un público que estaba emocionado por el reencuentro dos años después del último concierto.

A continuación, el chico del corte de pelo escolar y sus greñudos compañeros le quitaron el celofán a su último álbum de estudio, que contiene ampulosas piezas de rock americano, como "Runaways", baladas íntimas baladas ("Here Whit Me"), canciones románticas ("Miss Atomic Bomb") y lirismo épico ("Flesh and Bone").

Conocedores de la fórmula que garantiza el éxito de los conciertos, The Killers fueron mezclando los temas nuevos con sus éxitos, como "Somebody Told Me", "Read My Mind", "Human", "All These Things That Ive Done" y "For Reasons Unknown".

Pero a diferencia de lo que ocurrió en el masivo recital de noviembre de 2009 en este mismo auditorio o en el cierre estelar de la primera edición del Festival Lollapalooza, en abril de 2011, esta vez les faltó la pasión con la que entonces sedujeron al público chileno.

The Killers, que venían de actuar en Brasil, Argentina y Paraguay, trocó la energía por el estilo, la fuerza por la perfección, la pasión por la ejecución.

Ni los disparos de confetis plateados en forma de "k", ni los fuegos artificiales, ni los juegos visuales en una gigantesca pantalla pudieron suplir la ausente complicidad de antaño.

Echando mano de su simpatía, Brandon Flowers bromeaba con el público acerca de la leyenda que figura en el escudo de Chile ("Por la Razón o La Fuerza"), que le pareció "fuerte, hermosa y apasionada", a diferencia del pícaro lema de su ciudad, "Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas".

"¡Santiago, levantad las manos!, !Santiago, ¿de qué estáis hechos?!", se esforzaba en gritar el carismático líder de The Killers, quien llegó incluso a pasearse entre los espectadores de la cancha VIP intentando propiciar el clímax final.

Pero la experiencia del galán maduro no terminó de complacer a la joven amante.

El público empezó a marcharse incluso antes del único bis. No hubo canciones interpretadas a capella, no hubo electrizantes versiones de temas ajenos, no hubo gritos de "¡otra, otra!". Sólo una despedida al estilo teatral, correcta pero un tanto desapasionada.