El actor y dramaturgo hispanoargentino Juan Diego Botto acaba de publicar su primer libro, "Invisibles" con los textos de los cinco monólogos de su obra de teatro "Un trozo invisible de este mundo" aderezados con "algunas historias, pensamientos y reflexiones".

"Fue una especie de evolución natural de la obra de teatro", explica el actor en una entrevista con Efe, en la que cuenta que también se debió a la petición de un editor que pensó que estos textos teatrales "podían leerse como ensayos sobre el exilio, la inmigración o el desarraigo".

"Me pareció que tenía gracia y era un tanto irónico que me sugiriera esto (...) ya que era una obra que nacía de datos reales, de dos experiencias reales que transformé en ficción; que volvieran a la realidad me parecía como cerrar un círculo".

Esas dos historias de las que habla Botto coincidieron en el tiempo: a finales de 2011, un tío suyo le comunica que en Buenos Aires se va a abrir un juicio sobre la Escuela Mecánica de la Armada en el que se tratará el caso de su padre, un "desaparecido" de la dictadura argentina.

"Eso fue muy movilizador en mi familia, el pensar que al fin habría un juicio y que los genocidas iban a sentarse en el banquillo. Eso me empujó a escribir sobre mis recuerdos de infancia, sobre el exilio, el desarraigo, sobre todo, y del periplo de mi madre", la actriz y profesora de actores Cristina Rota.

Y a la vez, Juan Diego acude con un amigo al funeral de Samba Martine, una inmigrante que murió tras quejarse durante semanas en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche, en Madrid, donde no supieron ver la gravedad de su enfermedad: era portadora de VIH, pero "nadie se lo diagnosticó", explica el actor.

"El Sida es muy fácil de diagnosticar y no es necesariamente letal. Que esto sucediera me pareció terrorífico", añade.

El actor, reconocido activista por las causas de los más desfavorecidos, admite que a partir de estas experiencias empezó a "unir historias y hablar con inmigrantes" y a profundizar en un tema que nunca le fue ajeno.

"Uno siempre espera que lo que pone en un escenario, o en un libro que acaba de escribir, emocione, que conmueva y que abra una reflexión en el lector, en el espectador; evidentemente, ni un libro ni una obra de teatro cambian el mundo, pero sí que el arte y el conocimiento contribuyen a incidir sobre la realidad", opina.

"Invisibles. Voces de 'Un trozo invisible de este mundo'" (Espasa), contiene cinco historias de desarraigo, viajes a mundos mejores, amores en la lejanía, recuerdos de torturas y dictaduras, y de exilios, todos ellos tratados con profundidad y, muchas veces, con auténtico sentido del humor.

Dramas que "se tocan, que se confunden y se rozan: exilio e inmigración, sin paternalismos, sin condescendencia y sin tópicos", dice.

"No he dejado de hacer la obra de teatro -explica Botto-, lo primero, porque es la experiencia profesional más gratificante de mi carrera, nunca había disfrutado tanto actuando, pero también como escritor, porque estoy transmitiendo algo que para mí es importante y que veo que a los espectadores les gusta".

Aunque el actor está rodando en Barcelona las últimas secuencias de "Ismael", el nuevo filme de Marcelo Piñeyro, sigue con la gira de la obra, que dirige Sergio Peris Mencheta, y Botto pone en escena junto a la también cantante Astrid Jones.

Se declara "listo" para intentar otras aventuras creativas, quizá para un bautizo en formato cinematográfico.

Hasta el momento, y dejando aparte algunos guiones que duermen en algún cajón, Botto solo ha dirigido un corto para el proyecto colectivo "¡Hay motivo!", con el que 32 creadores españoles criticaron la realidad social española de 2004 y al entonces gobierno del Partido Popular.

Ahora "Invisibles" es un paso más de Juan Diego para desmentir a la profesora de EGB que le auguró: "Usted nunca llegará a nada, Botto".