Era la noticia que esperaban millones de fans de todo el mundo: la banda más exitosa de los últimos treinta años, los autores de uno de los mejores y más furiosos discos jamás grabados, se reunía. El festival de Coachella, en California, los confirmó vía Twitter con el logo clásico del grupo, exactamente la misma imagen que colgaron el bajista y el guitarra. El mismo día, el cantante utilizó también esta red, pero para alabar a la cadena de comida rápida Taco Bell y suspender a última hora una aparición televisiva de máxima audiencia. Bienvenidos al mundo de Guns N'Roses. Bienvenidos a la jungla.

El rumor se venía masticando desde hacía meses. La última gran pareja del rock and roll, el vocalista Axl Rose y el solista Slash, habían limado asperezas de décadas y en el ambiente flotaba la idea de una inminente gira con la formación original de Guns N'Roses. Los foros de internet comenzaron a hervir con elucubraciones, cotilleos, dimes y diretes. En lo que todos coincidían era en que el principal escollo sería la inestabilidad mental del imprevisible cantante, con un largo y absurdo historial de locuras y salidas de tono que no han hecho más que agrandar el mito del quinteto angelino.

La de este grupo es una historia de éxito totalmente hollywoodiense; cinco jóvenes que salen de la nada y ponen el mundo a sus pies. Su debut, Appetitte for Destruction (1987) todavía estremece por la furia y potencia de sus temas, involuntarias crónicas de alienación urbana a ritmo de punk, glam y hard rock de herencia bluesera. A día de hoy ha vendido más de 30 millones de copias y en su momento tardó poco en catapultar a sus creadores a una fama planetaria pocas veces vista, que afectó de forma muy diferente a sus integrantes.

Cuanto más grande era el éxito del grupo, más grandes eran los problemas. La megalomanía de Axl Rose fue aumentando proporcionalmente al nivel de las adicciones del resto de miembros, dejando al histriónico rockstar al timón de una nave monstruosa que sembró el caos y la destrucción en no pocos lugares. Y esto no es ninguna exageración. La continuación de Appetite For Destruction (dejando de lado Lies, un recopilatorio de temas acústicos y en directo) fue el cuádruple Use Your Illusion (1991), un completo suicidio comercial en teoría cuyo brutal éxito dio patente de corso a Axl para hacer lo que viniese en gana.

Algo inconexos y muy criticados en su época pese a su evidente calidad, Los Illusions supusieron el cénit de la banda. El éxito les llegó vendiendo a la juventud mundial una vuelta de tuerca del estereotipo de sexo, drogas y rock and roll, con su consustancial carga de misoginia y apología de la irresponsabilidad. Buen ejemplo es el tema One In a Million, en el que Rose insulta abiertamente a homosexuales y personas de raza negra por una mala experiencia en una sórdida estación de autobuses. Pero lo hace únicamente desde la inconsciencia, pues no tuvo problema alguno a la hora de colaborar con Elton John y apoyar públicamente al grupo de gangsta rap NWA. Incluso el propio Slash es mulato.

Pero fue en la mastodóntica gira de esos discos donde el líder del grupo pudo dar rienda suelta a sus delirios de grandeza. El problema es que no era únicamente un delirio; dependiendo del humor con el que se despertase, Rose tenía el poder suficiente para provocar disturbios y, literalmente, arrasar una ciudad. O dos. Lo habitual era que la errática estrella retrasase el inicio de los espectáculos varias horas y abroncase al respetable por los motivos más peregrinos, aunque a veces la cosa se salía más de madre. Eso sucedió en Saint Louis, cuando Axl se arrojó en plancha sobre un individuo del público que le estaba tomando fotos. Tras pegarse con el fotógrafo, suspendió el concierto provocando la furia de decenas de miles de personas, que arrasaron el recinto y sus alrededores.

Poco más o menos lo mismo sucedió después en Montreal, con un larguísimo retraso injustificado de Guns N'Roses tras la abrupta interrupción del show de Metallica, compañeros de cartel de los angelinos, por un accidente con la pirotecnia del vocalista James Hetfield. Rose canceló el recital a las pocas canciones, aduciendo problemas en su garganta, con un resultado similar al de Saint Louis: más de 40.000 jóvenes furiosos, volcando coches de policía por las calles de la ciudad canadiense y destruyendo todo a su paso. Poco a poco, escándalo a escándalo, se convirtieron en los enemigos públicos número uno. Incluso el presidente argentino Carlos Menem, en un descarado ejercicio de ironía porteña, los definió como "unos forajidos" cuando actuaron en su país.

Ni la irrupción de Nirvana y el rock alternativo pudo con la popularidad de Guns. Fueron ellos mismos los que se autodestruyeron, cayendo en un espiral de desintoxicaciones, abandonos, insultos en la prensa, proyectos paralelos, discos interminables, reclusiones y psicología esotérica brasileña. Tras la implosión del núcleo duro de la banda en 1994, Rose se aisló del mundo para dar forma a un dinosáurico e interminable proyecto, Chinese Democracy, que no vio la luz hasta 2008, logrando el récord de ser el álbum más caro jamás grabado. Seis años antes, el cantante había vuelto a los escenarios con unos nuevos Guns N'Roses, con él como único miembro original y una estructura más parecida a un circo de frikis que a una banda convencional.

Se sucedieron las giras, la devaluación de la marca y las carreras de los exmiembros, hasta que llegó el verano de 2015. Un desmejorado Rose no vio más salida que una reunión de la formación clásica, aunque tratándose de los Guns estaba claro que iba a ser de todo menos lógica. Las mismas chifladuras y chapuzas que marcaron sus años de gloria volvieron a emerger antes, durante y después del anuncio; al desconcertante tuit de Axl ya mencionado hay que añadir el absoluto secretismo sobre la alineación del grupo, que parece ser que se reducirá al vocalista y a los miembros originales Slash y Duff McKagan, más músicos mercenarios.

Pero la sensación general que desprende todo lo relacionado con este asunto es incertidumbre, el pálpito de que, en cualquier momento, a Rose se le puede cruzar un cable y mandar todo al diablo. Está claro que él maneja la reunión, a tenor de los erráticos mensajes insultantes colgados en su página web y las irrespetuosas notas de prensa en las que aclara, que el retorno de Slash y McKagan es un simple cambio de formación de su banda. Incluso el cutrísimo video, "corta y pega" anunciando unos shows previos a Coachella en Las Vegas, parece elaborado por el mismísimo cantante en persona, utilizando el Movie Maker.

Faltan pocos meses para comprobar el resultado de todo el proceso: el retorno -parcial- de una banda que hace décadas que se ganó su acceso al olimpo del rock. A tenor de toda la diversión que ya están proporcionando a sus seguidores sin haber tocado una sola nota, seguro que será algo digno de verse. Aunque solo sea por deleitarse, una vez más, con la idea de que alguien tan fuera de control como Rose pueda mover los hilos de una industria, la del entretenimiento, cada vez más aburrida y dominada por el control corporativo.