Iba a ser su último golpe de efecto. Las portadas serían suyas. Todos hablarían de él una vez más y por fin alcanzaría, aunque por la bravas, la inmortalidad que tanto buscó en vida. El plan era perfecto: la estrella más misteriosa del rock californiano, el joven que manipulaba a su antojo las mentes de sus seguidores, el punk fuera de control que provocaba peleas y disturbios, se había quitado la vida. El método, una sobredosis voluntaria de heroína, pocos días después del triunfal concierto de despedida de su banda. Todo salió a la perfección salvo por un detalle: la fecha. Era el 7 de diciembre de 1980, y pocas horas después, un perturbado disparaba a John Lennon en la otra punta del país. El mundo entero lloró la pérdida del beatle, pero muy pocos se enteraron del fallecimiento de Darby Crash.

Darby lideró a The Germs, grupo seminal del punk de Los Ángeles, junto a su eterno compinche, el guitarrista Pat Smear. Su carrera fue corta e intensa, dejaron únicamente un disco considerado clásico, (GI), y algunos singles. Pero la relevancia que alcanzó la banda, tanto en vida como postmortem, se debe a la enigmática figura de su líder y letrista. Fanático de Nietzsche y David Bowie, fascinado por Charles Manson y el fascismo, Darby Crash provenía de un hogar disfuncional y desde muy pequeño dio muestras de una extrema inteligencia y un desmesurado gusto por ser obedecido. Y lo peor que se puede hacer con alguien así es darle armas con las que llevar a cabo sus planes.

Precoz en sus lecturas, desde muy joven mostró gran interés por las técnicas de control mental y el dominio de las masas de los grandes líderes totalitarios. Y tanto Darby como su amigo Pat encontraron la horma de su zapato en la educación secundaria. Ambos jóvenes acudieron a la University High School y estudiaron siguiendo un extraño programa experimental, bautizado como Innovative Program School (IPS), basado en teorías de autoayuda posthippy y los principios básicos de la cienciología.

A grandes rasgos, este método planteaba la anulación de la voluntad del estudiante para construir una nueva personalidad que favoreciese su crecimiento intelectual. Incluía agresivas sesiones de psicoterapia y técnicas que podrían definirse como lavado de cerebro. Pero alguien tan inteligente y malévolo como Crash no iba a permitir que una pandilla de cienciólogos le bombardeasen la mente. Lo que hizo fue observar a sus profesores, tomar buena nota de sus métodos y aplicarlos de inmediato sobre el resto de los alumnos del centro. Por absurdo que parezca, creó un culto paralelo basado en la Biblia, el LSD y las memorias del asesino en serie Charles Manson. Empezó como una broma, pero terminó convenciendo a muchos de sus compañeros de que él y Pat eran, respectivamente, Dios y Jesucristo.

Y no lo eran. Simplemente se trataba de una pareja de gamberros cultivados que zascandileaba en la colorista Los Ángeles de la era Glam, acosando a Iggy Pop y bailando en la célebre English Disco del DJ y agitador cultural Rodney Bingenheimer. Sus inicios en la música se produjeron en paralelo a la explosión punk en la ciudad, con actuaciones sin sentido que terminaban en peleas de comida y severas intoxicaciones psicotrópicas. Pero pronto aprendieron a tocar y se convirtieron en la propuesta más agresiva y rompedora de la primera oleada punk de LA.

Ya antes de embarcarse en The Germs, Darby contaba con un nutrido grupo de adeptos, pero fue con el progresivo éxito del grupo cuando el vocalista estructuró a sus seguidores de un modo casi religioso. Siguiendo las teorías planteadas por Oswald Spengler en La Decandencia de Occidente, Darby creó el Circle One, un culto simbolizado con un círculo azul sobre fondo negro, que se convirtió en el emblema de la banda.

Los músicos lucían el anagrama en brazaletes al salir a escena al más puro estilo SS, y el propio líder bautizaba a sus seguidores con una quemadura redondeada de cigarrillo en la muñeca. Sólo un iniciado podía hacerle la marca a un nuevo miembro, y todos ellos cumplían la voluntad de Crash, que se empleó a fondo a la hora de aplicar lo aprendido en el Innovative Program School. "Cuando tienes amigos y no son la clase de gente que quieres, ¿qué haces? Los conviertes en gente mejor -declaró en una entrevista-. Controlo absolutamente la vida de unas cuantas personas". Pero ese círculo no era solo una metáfora, para Crash era una cosmovisión completa sobre la existencia como un ciclo con un principio, un desarrollo y un final, en la que mezclaba la influencia de Spengler y un sentimiento de pertenencia que calaba hondo en sus desarraigados seguidores. Posiblemente con estas ideas sentó las bases de su autodestrucción.

Los integrantes del Circle One aún niegan hoy en día que las intenciones de Crash fuesen perversas. Aseguran que la influencia del vocalista fue positiva en sus vidas y que les ayudó a ver el mundo de una forma más crítica y autoconsciente. Las letras de la banda reflejaban sus planteamientos con una calidad que despertó la admiración incluso de los más críticos con la agresividad escénica de The Germs. "Soy un diablo del léxico, mi mente está abollada buscando un futuro, el mundo es mi objetivo. Dadme vuestras manos. Dadme vuestras mentes", advertía en la desgarrada Lexicon Devil sobre de la fuerza de sus palabras y su maestría al utilizarlas.

Pero todo finalizó en 1980. Darby expulsó al batería Don Bolles, para poner en su lugar a su amante Rob Henley, lo que provocó la separación de la banda. El vocalista se marchó a Londres unos meses, de donde volvió con estética New Romantic y una severa depresión que agudizó su adicción a las drogas. Tras intentar infructuosamente organizar un nuevo grupo, reunió a The Germs para un concierto de despedida. Todo el que estuvo allí la recuerda como una actuación espectacular, el canto de cisne de un conjunto inigualable que extendió su influencia hasta el triunfo comercial del punk californiano de los noventa. Pocos días después del show, Crash cerró su círculo con una jeringuilla y 400 dólares de heroína. Tenía 22 años.

Concluyó también una etapa para sus músicos y los miembros del Circle One, sobre todo para Pat Smear, su compañero desde la adolescencia. Pero un nuevo círculo azul se abrió para el guitarrista trece años después del fallecimiento de Darby. Era 1993, y el mundo del rock había cambiado mucho. Un buen día, Smear recibió una llamada en la tienda de discos en la que trabajaba, ofreciéndole ingresar en la banda más popular y exitosa del mundo. Aceptó de inmediato, sin suponer que ese ciclo se cerraría exactamente igual que el de su primer grupo. El que hizo esa llamada era Kurt Cobain.