En los años 20 y 30 del pasado siglo, los japoneses vivieron la fascinación por un género conocido como ero-gro o ero-guro, donde el misterio, el erotismo y la deformación grotesca se aliaban en piezas marcadas también por una cierta ingenuidad. Entre los escritores que cultivaron este género ocupa un papel preeminente Edogawa Rampo, de quien los lectores avisados ya conocen El extraño caso de la isla Panorama, publicado por Satori la pasada primavera.

La antología Rampo, la mirada perversa incluye seis descollantes relatos del autor. Algunos nunca habían sido traducidos al castellano; otros lo habían sido a partir de un infame volumen en inglés, cuya alucinante génesis explica en apéndice Daniel Aguilar, responsable de esta edición. Asesinos por aburrimiento, muñecos animados, extraños efectos ópticos, esquivas sexualidades se conjugan en estas líneas para componer narraciones que los amantes del escalofrío apreciarán con largueza. Entre ellas destaca La oruga, prohibida por antimilitarista en el belicoso Japón de 1939.