No es una de esas series con audiencias masivas. Sus argumentos son de cocción lenta y se toma su tiempo para llegar a donde quiere llegar. Sin embargo, Bloodline es un sólido drama con un reparto de lujo y al que tristemente toca decir adiós. Netflix estrenó la semana pasada la tercera y última temporada de la serie, por lo que los 33 episodios de la ficción al completo ya están disponibles para poder verlos de tirón. En ellos, entramos en un entorno paradisíaco en una localidad costera de los cayos de Florida, con muchas palmeras y aguas cristalinas. La familia Rayburn es una de las más prósperas y respetadas del pueblo, donde gestiona un resort turístico. Pero no todo es lo que parece y bajo las aguas de la aparente felicidad familiar yacen secretos y rencores ocultos desde hace años que están a punto de hacer saltar el paraíso por los aires. En la temporada final, es el momento en que los Rayburn se enfrenten a sus pecados.

Antes de entrar en materia, hay que hacer unas pequeñas consideraciones sobre los motivos de la cancelación. Con Netflix parecía que la renovación de las series era cosa de andar por casa. Lo importante era contar con un nutrido catálogo de producción propia que animara al usuario a renovar su suscripción cada mes, permitiendo la supervivencia de series con audiencias discretas pero de gran calidad que a la mínima de cambio serían canceladas en una televisión en abierto. Los usuarios nos hemos llevado un mazazo al ver que Netflix también cancela. Mientras preparaba este post me he enterado de la repentina decisión de finiquitar Sense 8 a los pocos días después del estreno de su segunda temporada. El hacha de Netflix ha segado cuellos también con Hemlock Grove, Marco Polo, The Get Down y ahora con Bloodline. Como en la serie, no todo es felicidad en el paraíso del streaming.

Uno de los motivos de fondo para la cancelación de Bloodline ha sido una circunstancia totalmente ajena a la calidad de la serie. Se trata del final de un programa de incentivos fiscales que el Estado de Florida tenía en marcha para incentivar los rodajes y las producciones de entretenimiento en su territorio. La decisión de Netflix ha cogido a contrapie a los productores de la serie que tenían ya planificada la historia para tener cinco o seis temporadas. La buena noticia es que la cadena en streaming les dejaba vía libre con esta tercera tanda de episodios para ir cerrando cabos y acabar con la trama.

Bloodline es una serie creada por Glenn y Tod A. Kessler y Daniel Zelman (el mismo equipo que estaba detrás de Damages con Glenn Close) y que producían para Netflix a través de Sony Pictures. La serie cuenta con un gran reparto, donde destaca Sissy Spacek como la matriarca del clan familiar y Sam Sheppard como el patricarca. Los tres hermanos Rayburn están interpretados por Kyle Chandler (Super 8) como John, el hijo modelo y el ojito derecho de sus padres, Ben Mendelson (Rogue One) en el papel de Danny, la oveja negra de la familia, Linda Cardellini (Urgencias) como Meg la hija abogada y Norbert Leo Butz como Kevin, el impulsivo benjamín del clan. Hay otros secundarios de lujo en el reparto como Beau Bridges, David Zayas, John Leguizamo y Chloë Sevigny que redondean el duelo interpretativo.

El protagonista es John Rayburn. Como él mismo se define: un hombre bueno que un día se ve obligado a hacer algo malo. No es ningún spoiler decir que ese acto tan malvado es haber matado a su propio hermano, ya que es algo que sabemos desde la secuencia con la que arranca el episodio piloto de la serie. A través de flashbacks, durante la primera temporada vamos conociendo cómo se llegó a esta situación. La aparente vida feliz de los Rayburn se viene abajo el día que regresa a casa la oveja negra del clan. El retorno de Danny removerá oscuros secretos dentro de la familia que en su día se cerraron en falso, tras uno de los momentos más trágicos de los Rayburn. La serie nos brinda todo un duelo interpretativo entre Chandler y Mendelson. El hijo bueno y ejemplar agente de la ley en el municipio costero, frente al bala perdida de su hermano, que siempre anda metido en chanchullos ilegales. Un choque de trenes que desde el primer momento sabemos que va a terminar fatal. La interpretación de Ben Mendelson brilla con una luz propia que, aún con su personaje ya fallecido en la serie, logró un Emmy por la segunda temporada. Gracias a su trabajo, nunca terminamos de ver a Danny como una persona malvada, sino simplemente un perdedor que nunca supo jugar las cartas que le dio la vida. Tampoco queremos que le ocurra nada a su hermano John y estamos en tensión para que nunca descubran su horroroso crimen.

La segunda temporada es una huida de los personajes hacia delante para tratar de encubrir lo que hicieron. Algunos consideraron innecesaria esta segunda temporada y creen que las cosas tenían que haber terminado con la primera tanda de episodios. Pero el Emmy de Mendelson por su trabajo y el viaje de los Rayburn hacia el lado oscuro la convierten en un drama absorbente y digno de ver. Al haberse colocado al otro lado de la Ley, los Rayburn empiezan a atraer la carroña. Chantajistas y delincuentes que pretenden sacar beneficio de la situación en la que quedaron con su crimen. Desde el principio ha habido también cierta tensión social, ya que hay mucho resentimiento entre algunas de las clases bajas delk pueblo, que han sido vecinos y amigos de toda la vida, por la riqueza y aparente felicidad de los Rayburn.

Con la tercera temporada, llega el momento de poner el punto y final a los dramas familiares de los Rayburn. Es el definitivo final de la inocencia en el paraíso, sobre todo, cuando los crímenes empiezan a ser tapados con otros crímenes y hay inocentes que terminan pagando por los pecados de otros. En esta última temporada hemos tenido un par de saltos temporales, con lo que sospecho que los productores han aprovechado para ir metiendo todo lo que tenían preparado para sus planes a largo plazo. Teniendo en cuenta de que estamos hablando de una serie con un ritmo pausado y que se toma su tiempo en su narración, esos saltos de varios meses en la acción acaban chirriando. Hay tres temporadas condensadas en diez episodios, ya que hay también otras tantas lineas argumentales bien diferenciadas. Hay noticias de que Sony estaría negociando con otras plataformas la posibilidad de una temporada final para rematar la trama, pero es algo que pondremos en cuarentena porque, hasta ahora, era Netflix la que se dedicaba a rescatar series canceladas en otras cadenas. También creo que sería innecesaria porque la trama queda bien cerrada (a su manera, eso sí), aunque, si alguien quiere, seguro que se le ocurrirían nuevas historias para los Rayburn. John ya no puede soportar la culpa por lo que ha hecho y en lo que se está convirtiendo y se prepara para afrontar sus pecados. Por eso, quizá el peor destino para él es no poder recibir castigo alguno por lo que le hizo a Danny, quien pese a estar muerto sigue apareciendo y brindando grandes escenas. Lo que está claro es que lo que empezó siendo una familia totalmente feliz acaba rota y con cada uno de sus miembros tomando caminos totalmente diferentes. El paraíso se ha convertido en un infierno.