Alicia Aza (Madrid, 1966) descubrió la poesía desde pequeña, pero cuando sus hijos se hicieron mayores fue consciente que su pluma era más que capaz de plasmar mieles y hieles en el papel. Abogada en ejercicio, especializada en derechos sociales, ahora presenta su cuarto poemario, 'Arquitectura del silencio' (Valparaíso Ediciones), donde hace un recorrido por los horrores contemporáneos para mostrar, de lleno y sin cortapisas, las verdades de la historia.

Una visita al campo de concentración de Auschwitz le llevó a conformar estos trece poemas en los que pone de manifiesto la realidad de los conflictos contemporáneos desde los matices y la sensibilidad. Porque Aza ha ido abriéndose paso con firmeza hasta lograr una voz identificable en el panorama literario, y es ahora, en un libro elaborado de forma circular, empezando y terminando en Cracovia, donde da voz al sufrimiento ajeno.

Pregunta: ¿Cuándo descubrió que lo suyo era la poesía?

Alicia Aza: Siempre me ha gustado. Empecé a leer poesía de pequeña e incluso escribía algo en mi adolescencia. En Navidad siempre había algún poemario sobre mi zapato. Pero cuando mis hijos crecieron y ya no necesitaban tanto de mí fue cuando tuve el tiempo y el sosiego para dedicarme a ella de manera más comprometida y responsable.

P: ¿Cómo concilia su trabajo como abogada con la poesía, siendo dos ámbitos tan diferentes?

A.A: Tanto el Derecho como la poesía utilizan el lenguaje como herramienta. La búsqueda de la palabra adecuada o la concisión a la hora de expresar un pensamiento, aunque las pretensiones finales sean diferentes. El Derecho me ha facilitado ese primer estadio. Ser poeta es una actitud, una forma de observar la realidad y de estar en la vida y, en ese sentido, el poeta siempre está en esa dimensión de apertura a lo poético. Suelo escribir durante los veranos en Asturias, donde mi tiempo lo dedico fundamentalmente a leer y a escribir.

P: ¿Cuál es su poeta o poema favorito?

A.A: No tengo un poeta favorito, me gustan muchos. Siempre Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas y Ángel González. Me identifico mucho con los poetas alemanes Paul Celan, Rilke, Ingeborg Bachman, Elsa Lasker Shüler, George Trakl, y muchos más. Siempre Emily Dickinson, Sylvia Plath y Anne Sexton. Ahora estoy leyendo a Edith Södergran y me está deslumbrando.

Como poema favorito señalaría 'Canción de invierno y de verano' de Ángel González.

P: ¿Sigue algún ritual a la hora de escribir?

A.A: Necesito estar aislada y en silencio. También leer a la vez que escribo. Tener el pelo recogido. Nunca escribo por las noches. Me gustan las mañanas para escribir. Suelo escribir en la cama y empezar los poemas a mano en un cuaderno y luego las revisiones en el ordenador y en mi despacho.

Dedico más tiempo a revisar que a escribir la primera estructura del poema. Siempre trabajo con un proyecto de libro que recoja un discurso poético unitario. Una vez tengo la idea siempre estoy alerta a cualquier impresión que me pueda resultar inspiradora. Me refiero a lecturas, arte, música y realidad.

Quizá ahora que me lo pregunta todo esto sea mi ritual y no me había dado cuenta hasta ahora.

Silencio indispensable

P: ¿Cómo se forma 'Arquitectura del silencio' y cuál es el germen que le lleva a unir la poesía con el horror?

A.A: La idea aparece después de una visita que hago a Auschwitz, donde me surge la necesidad de escribir lo que he sentido y experimentado. En el proceso de escritura, me doy cuenta de que no puedo permanecer ajena a la realidad que estoy viviendo y el propio poemario me va demandando ese viaj. Lo hago por mi memoria en el tiempo hasta la infancia y adolescencia en Madrid y en los distintos espacios que he visitado hasta ahora y que de algún modo han dejado en mí una huella imborrable.

Necesito expresar mis sentimientos y mi pensamiento y en la poesía es donde encuentro mi lenguaje para hacerlo.

P: ¿Cree que la gente es consciente de la verdad de la Historia?

A.A: Nadie se para a reflexionar, a pensar de dónde venimos y cómo todo eso puede repercutir en nuestro presente y nuestra mirada al futuro. Los intereses hoy día son otros, la mirada profunda y reflexiva de la dimensión humana no tiene cabida en nuestra sociedad. La verdad al final siempre acaba estando manipulada de forma interesada.

P: ¿Cómo se traslada esta verdad en formato poema?

A.A: Las palabras sirven para nombrar y manifestar un pensamiento, el poema debe hacerlo con un ritmo, una musicalidad y con la clara intención de conmover las emociones usando para ello los diferentes recursos. El silencio creo que es indispensable para la comunicación con uno mismo, para la necesaria mirada interior, pero la palabra es el instrumento para establecer un diálogo con el otro.

P: ¿Es la palabra una forma de derribar ciertos muros?

A.A: Sí, la palabra puede derribar muros. Puede sanar del dolor y de la incomprensión. Con la palabra se avanza y se acaba llegando.

P: ¿Creer que la Historia es algo que se repite?

A.A: La propia historia nos demuestra que sí. Todo se repite inevitablemente. La necesidad de los hombres de imponerse unos sobre los otros. Las luchas de poder político, económico y religioso entre unos y otros y, en eso, queda toda la historia resumida.

P: ¿Para cuándo su próximo poemario?

A.A: Tengo ahora dos proyectos en marcha, los veranos me dirán.