El OAR Coruña también puede sangrar, al igual que todos los mortales, y los pontevedreses del Cisne Grupo Pirsa fueron los encargados de asestarle una dolorosa puñalada (29-36) en el San Francisco Javier para romper su carácter invicto y demostrar que no hay rival pequeño en la Primera Nacional.

Los coruñeses, con un balance de siete victorias y un empate, afrontaban la octava jornada en casa con tranquilidad y con el cartel de favoritos. Enfrente, el Cisne, un club histórico del balonmano gallego, que llegaba en calidad de equipo humilde con sólo 6 puntos.

El inicio del partido cumplió con el guión previsto. El OAR firmó un parcial de 4-0 nada más arrancar y se mantuvo firme en el marcador hasta minutos antes de llegar al descanso, cuando el Cisne comenzó a apretar para igualar el luminoso a 14 tantos.

La segunda parte sí que fue un capítulo inédito en la trayectoria del conjunto coruñés esta temporada. Poco acostumbrados a que un equipo pueda sorprenderles con una defensa sólida y un ataque imparable, los herculinos no supieron reaccionar ante el cambio de actitud del Cisne en los últimos 20 minutos.

Tras tutearse mutuamente en los primeros diez minutos tras la reanudación (18-18 m. 40), el Cisne desplegó sus mejores armas en ataque. Imparables para un OAR descentrado, que no estaba en su salsa, y cuya defensa se vio desbordada sin previo aviso y a la que no ayudaban los numerosos fallos en ataque. Pablo Aguirregabiria probó varios esquemas defensivos para tratar de frenar el ataque rival (25-30, m. 55), pero no era el día de los coruñeses, consumidos por una novedosa y ejemplarizante impotencia.