Mal genio y figura, hasta el final. Guti se despidió del Madrid con unas gotas de todo lo bueno y lo malo que ha dejado en los quince años que ha estado en el primer equipo. Fue un adiós triste porque el 14 hizo más ruido en la banda que en el césped y, además, el Madrid no pudo celebrar ningún título.

Pese a los problemas físicos que había sufrido durante la semana, Guti entró en la convocatoria y se quedó inicialmente en el banquillo. Vivió desde allí intensamente una jornada que se le torció al Madrid desde el primer momento, tanto en La Rosaleda como en el Camp Nou. En el minuto 27, a raíz de una tarjeta mostrada por el árbitro a Higuaín, Guti montó en cólera.

Según recoge en el acta, Undiano Mallenco amonestó a Guti "por protestar una decisión mía desde el banquillo". El problema es que la rebeldía de Guti no se quedó ahí y siguió presionando a uno de los asistentes. Ante el riesgo de que el incidente acabase en expulsión, el delegado del equipo, Chendo, intentó mediar. Guti le respondió de mala manera y en el banquillo se vivieron momentos de tensión.

La intervención de Pellegrini y, sobre todo, de Diarra consiguió calmar los ánimos entre Chendo y Guti, convenientemente separados en el banquillo. A la vuelta del descanso, Guti empezó a realizar ejercicios de calentamiento y en el minuto 59 sustituyó a Gago para vivir su última media hora como jugador madridista. El partido entonces ya iba empatado (1-1) y Guti tiró de todo su ingenio para desequilibrar el marcador, aunque la Liga ya se había escapado. Fue el punto y final a toda una vida en el club blanco, aunque nadie lo haya anunciado públicamente.