El Coinasa Liceo es el rey de Europa. Y lo es después de maravillar en la final contra el Reus en la que empezó al ralentí y en la que terminó como una moto. Tuvo que remontar un 0-3 en contra. Hay que ser un equipo muy entero para sobreponerse a un golpe así en el partido definitivo por el título. Pero los verdiblancos no perdieron su identidad y destrozaron a los catalanes a través de la casta de Bargalló y de la efectividad de sus delanteros, sobre todo de Pablo Álvarez, que se llevó el trofeo al mejor jugador. Un año después de levantar la Copa CERS, al conjunto coruñés le ha tocado el premio gordo, la Liga Europea, la quinta de su historia, la segunda de la era moderna y el título número 37 para el club más laureado de Galicia.

No pudo tener peor mala suerte en el inicio el Liceo. Nada más empezar, en una jugada en la que Caldú mandó la bola al segundo palo, Josep Lamas metió el stick y metió un gol en su propia portería. Los verdiblancos quedaron groguis. Y el Reus jugaba a su antojo, tanto que tuvo ocasiones para ampliar la ventaja y las materializó. Primero Marín, que aprovechó una gran asistencia de Gual, y después Casanovas, en un saque de falta. Y por el medio un gran enfado de Malián, que dio con el palo en el piso para pedir a sus compañeros que se espabilaran. Y bien que lo hicieron. En apenas tres minutos, mandaron la final al descanso en tablas con goles de Pablo Álvarez, Jordi Bargalló y Ricardo Barreiros.

En la segunda parte se vio a otro Liceo. Parecía que en el paso por vestuarios Carlos Gil les había leído la cartilla y los coruñeses cambiaron totalmente su cara. Empezaron a jugar con cabeza, teniendo el control del juego, el ritmo del partido y sin hacer concesiones en defensa. Moviendo y moviendo la bola llegó el tanto que confirmaba la remontada. Barreiros lanzó y su tiró lo punteó Pablo Álvarez. Aún así, no estaba nada decidido. Los jugadores del Reus hicieron una piña en la cancha para intentar darle la vuelta a la situación. Y casi lo consiguen, porque con tres faltas innecesarias consecutivas el Liceo llegó a las diez y Marín tuvo una falta directa para el 4-4. Malián, que tenía que haberse llevado la estrella al mejor del torneo, detuvo una de las ocasiones que podían haber cambiado el duelo.

La final se rompió tras esa jugada. El Reus, desesperado, intentó desquiciar tanto al Liceo como a los árbitros con continuas actuaciones simulando agresiones. Pero los verdiblancos no cayeron en la provocación. Siguieron a lo suyo, que era ganar la final. Y tuvieron una efectividad casi del cien por cien. Ricardo Barreiros sentenció con un ejemplo de clase al levantar y picar una bola que se coló justo por el hueco que Trabal había dejado en el primer palo. Después Pablo Álvarez se aprovechó de un barullo en el área para hacer el sexto. Gual recortó diferencias con el 6-4, pero en la jugada siguiente el argentino dejó claro que la copa ya tenía un destino: A Coruña.