Seguramente el Deportivo tenga una plantilla de Primera, no de Segunda, y a lo mejor ese es precisamente su gran problema. Todo fabuloso, todo muy bonito, pero sólo con calidad no se ganan los partidos, y menos en plazas de toros como la de El Collao. Quien quiera puede buscar excusas, igual que el día de Alcorcón. Que si las bajas, que si el campo estaba irregular, que si la mala suerte en el gol en propia meta... Milongas. El Dépor todavía no sabe de qué va esto de pelear por el ascenso. Por no saber, aún no sabe ni a qué juega. Es un equipo en construcción, sin un patrón de juego claro y que, definitivamente, fuera de casa no muerde. Y lo peor es que los rivales empiezan a perderle el respeto. El Alcorcón le pasó por encima en los primeros quince minutos y ayer el Alcoyano salió igual, a comerse al Dépor desde el pitido inicial. Prepárense, porque en Córdoba, dentro de dos semanas, le espera otra dura batalla, quizá con otras peculiaridades, pero igualmente dura. Nadie regala nada en Segunda, y al que se duerme, se lo comen. Ese es el mensaje que José Luis Oltra ha tratado de transmitir desde que llegó a A Coruña, sin éxito hasta el momento. O sus jugadores no le escuchan o el técnico no ha sabido dar con la tecla adecuada para que sus futbolistas asimilen dónde están y a qué rivales tienen enfrente. Muchos, la mayoría, jugaban hasta hace poco contra el Barça y el Madrid. No hace tanto tiempo que algunos celebraban títulos y brillaban en la Champions con los mejores de Europa. Todo ese pasado celestial, toda esa historia gloriosa, no vale ahora de nada. Sólo de anestesia y distracción. Quien quiera entenderlo, que se suba al carro para luchar -no aspirar o soñar- por el ascenso. Luchar. Eso, o adiós al objetivo.