El Celta y Balaídos aparcaron al fin sus diferencias y volvieron a darse un abrazo cargado de ilusión. El equipo vigués consiguió ante el Huesca la primera victoria liguera en su estadio y se quitó de encima el maleficio que parecía acompañarle ante su parroquia donde acumulaban tropiezos cada vez más inquietantes. Los de Herrera se liberaron del tradicional bloqueo que padecen en su estadio y compusieron un partido más que notable coronado con una goleada que incluso pudo ser mucho mayor si hubiesen tenido un punto más de acierto en el remate.

El partido además dejó un buen número de pistas sobre el futuro de un equipo que lleva dos meses viéndose al espejo en busca del modelo que mejor le sienta. Ayer Herrera -que anunció numerosos cambios para afrontar los tres partidos que le esperan en ocho días- se decantó por un novedoso doble pivote con Borja Oubiña y Álex López y situó por delante a De Lucas, Joan Tomás, Bermejo y Iago Aspas. El técnico premiaba así el rendimiento en los últimos partidos de varios de estos futbolistas y posiblemente formaba la alineación que más fútbol y capacidad tiene para asociarse. Y todo funcionó. Ante un equipo que presumiblemente se iba a encerrar en su área el técnico optó por reunir a todos sus abrelatas, los que son capaces de jugar en menos espacio y reventar a una defensa con una pared, un regate o un disparo inesperado. La decisión penalizó a David, jugador que disfruta como nadie con espacio.

Abrió la veda De Lucas. Avisó en el siete, en el doce y en el diecinueve abrió la cuenta a favor de los vigueses con un disparo extraño que sorprendió a Bernardo. El gol no cambió nada. El Huesca tenía un plan y no tenía pensado salirse de él. Ni un paso adelante. La cuestión era mantenerse cerca de su portero y esperar que uno de los tradicionales regalos del Celta les allanase el camino. Sin embargo, el equipo vigués mantuvo la solidez atrás y sentenció con tres goles más tras el descanso, uno de Joan Tomás y dos de Iago Aspas.