El fútbol inglés cerró ayer una herida abierta durante más de 23 años, desde el 15 de abril de 1989, fecha en la que se produjo una de las mayores tragedias de la historia del fútbol. Liverpool y Nottingham Forest debían enfrentarse por una plaza en la final de la Copa de Inglaterra en el estadio de Hillsborough, campo del Sheffield Wednesday. Una avalancha en las gradas dejó 96 muertos y una profunda conmoción entre los aficionados del Liverpool, que por entonces aún arrastraban las consecuencias y la vergüenza de su comportamiento en Heysel cuatro antes.

Las autoridades aprovecharon la tragedia para culpar a los hinchas radicales y el gobierno de Margaret Thatcher encontró la excusa perfecta para emprender una cruzada contra los hooligans que habían ensuciado el fútbol inglés y privado a sus equipos de participar en competiciones europeos. La sospecha sobre lo ocurrido en el viejo estadio de Sheffield, sin embargo, siempre persiguió a los mandos policiales encargados de la seguridad aquella tarde. Ayer fue el primer ministro británico, James Cameron, quien se disculpó por la "doble injusticia" cometida contra las víctimas.

El máximo responsable del Gobierno de las islas reconoció tras la publicación de un informe independiente en el que se detalla lo ocurrido en Hillsborough lo que los familiares y amigos de los fallecidos comenzaron a denunciar desde el mismo instante en el que sucedió la tragedia.

La negligencia policial hizo que en una grada sin asientos, alejada de las comodidades de los estadios modernos, y con capacidad para 1.600 personas se apiñaran alrededor de 3.000 aficionados del Liverpool. En esas circunstancias se produjo la avalancha de terribles consecuencias.

Para encubrir su irresponsabilidad, la policía culpó directamente a los hinchas violentos, falseó los antecedentes de algunos de los fallecidos y encontró la complicidad de unos informes forenses que manipularon las circunstancias de las muertes. En los días posteriores se sumó además la colaboración de la prensa sensacionalista británica, que incendió los ánimos de la afición del Liverpool con portadas incendiarias y que los señalaban directamente. "La policía alteró las pruebas sobre lo ocurrido y trató de echar la culpa a los aficionados", admitió ayer Cameron.

En parte ha sido el empeño de los familiares y amigos de las víctimas -un primo del actual capitán del Liverpool, Steven Gerrard, murió durante la avalancha cuando tenía diez años- lo que ha impedido que la herida cicatrizara del modo en el que lo deseaban las autoridades. Su incansable lucha por limpiar el nombre de los muertos y del resto de aficionados que se encontraban en las gradas de Hillsborough ha desembocado en la declaración de Cameron y al mismo tiempo ha permitido aclarar las circunstancias en las que fallecieron la mayoría de los seguidores reds aquel día.

Al contrario de lo que arrojó la investigación partidista posterior a la tragedia, la mayoría de las víctimas no murieron por una "asfixia traumática" que hubiera hecho imposible la actuación de los equipos de emergencia, inexistentes aquella tarde en el estadio de Sheffield. Cameron reconoció a la luz del nuevo informe que las medidas de seguridad en el vetusto campo eran precarias "en todos los niveles" y que las deficiencias eran "bien conocidas" por las autoridades.

"Hoy hemos hecho historia, pero debemos cambiar la historia", manifestó el premier británico tras su trascendental declaración.