La llama de Yago Lamela, el mejor saltador de longitud español de todos los tiempos, se apagó ayer en Avilés, donde fue encontrado muerto en su domicilio con 36 años, los que vivió como una montaña rusa que le condujo a la gloria deportiva y a un abismo del que no pudo salir por culpa de unas lesiones que frenaron una carrera meteórica.

El que fuera subcampeón mundial de salto de longitud y plusmarquista europeo durante 10 años había atravesado numerosos periodos de depresión y había estado hospitalizado por problemas psiquiátricos con anterioridad. En 2009 se retiró del atletismo asediado por las lesiones.

El exatleta se encontraba en mal estado psicológico los últimos días, según aseguran los vecinos. Fue encontrado en casa de sus padres, ya fallecido, por uno de sus amigos, quien avisó a los servicios de emergencia, que nada pudieron hacer por reanimar al deportista.

Ya en el año 2011, Lamela tuvo que ser ingresado en la planta de psiquiatría del Hospital San Agustín tras presentar un cuadro depresivo. Asediado por las lesiones, el saltador de longitud se había retirado del atletismo dos años antes, en 2009. Entonces, tras abandonar la unidad de psiquiatría, decía: "Me dio un bajón muy grande por la coincidencia en el tiempo de varias cosas negativas. Decaí bastante y perdí el ánimo de una forma preocupante, tanto que mis padres decidieron llevarme al hospital", comentó el ex subcampeón mundial de longitud.

Atrás quedaban sus grandes éxitos deportivos. Pocos olvidan aquel salto hacia la gloria en los mundiales de pista cubierta de la localidad japonesa de Maebashi, donde alcanzó unos estratosféricos 8,56 metros. En aquellos campeonatos, en 1999, sólo fue superado por el cubano Iván Pedroso, que apuró hasta el último salto y le arrebató el oro. El asturiano tuvo que conformarse con una medalla de plata histórica en un duelo memorable.

Los siete segundos que utilizó Lamela para recorrer la pista y saltar sobre la arena bastaron para que el mundo del atletismo pusiera sus focos en un joven que tenía un futuro arrollador. Sus encuentros con Pedroso, que llegó a firmar una marca de 8,71 metros en 1995 en Salamanca, marcaron una carrera que duró el tiempo que su cuerpo lo permitió.

Su 8,56 fue récord de España y de Europa y el segundo estuvo vigente un decenio, hasta que en 2009 el alemán Sebastien Bayer saltó 8,71. Pocos en España se acercaron a su marca. Hasta su eclosión, Antonio Corgos llegó a saltar 8,23. Después, Luis Felipe Méliz, en 2000, consiguió trece centímetros menos que Lamela.

La importancia de Lamela en el deporte español fue muy grande. En un país huérfano de gente como Rafael Nadal, Pau Gasol, Fernando Alonso o de una selección española de fútbol ganadora, el atleta de Avilés saltó a la fama en una especialidad con poca tradición en España.

Pero antes de todos esos éxitos que se extendieron hasta 2003, Lamela se forjó en su tierra, Asturias, donde nació un 24 de julio de 1977. En las universidades de Gijón y Oviedo cursó estudios de informática y desde muy joven se unió al Atlética Avilesina de la mano de José Antonio Suárez. Después, tuvo como entrenador a Carlos Alonso, con quien fue campeón de España de triple salto juvenil en 1994.

A los 18 años apareció una figura muy importante en su vida: Juan José Azpeitia, que le animó a cambiar de especialidad. Entonces, Lamela inició su andadura en el salto de longitud y se trasladó a la Universidad Estatal de Iowa (EEUU) para continuar sus estudios de informática. Esa experiencia no fue positiva, regresó a España lesionado y desmoralizado después de 16 meses.

Sin embargo, Lamela luchó contra todas las adversidades y poco a poco sacó a relucir su talento hasta coronarse en 1999. Un año antes, con 21, superó la barrera de los ocho metros por primera vez y fue campeón en los Iberoamericanos de Lisboa (8,12). Además, ganó su primer título nacional absoluto.

Fue el preludio de su gran duelo con Pedroso, su bestia negra, con la que se volvió a encontrar en los Mundiales al aire libre de Sevilla en 1999. Allí, de nuevo, ganó el cubano, en una final en la que volvió a ser superado pese a saltar 8,40 metros. Otra vez otro último salto de Pedroso le dejó sin su cetro mundial.

Aún tuvo tiempo de brillar en otros campeonatos. En París, en los Mundiales de 2003, fue bronce, con 8,22, mientras que en Birmingham, en los campeonatos de pista cubierta, fue plata, sólo superado por el estadounidense Dwight Phillips.

A partir de ese momento, Lamela inició su descenso al abismo. A comienzos de 2004, con los Juegos Olímpicos de Atenas a la vuelta de la esquina, sintió molestias en el tendón de Aquiles. Tuvo que competir en los Juegos anestesiado y no llegó a la final. Fue su primera gran decepción.

Intentó recuperarse de su lesión operándose en Finlandia. Necesitó dos intervenciones que no salieron todo lo bien que esperaba y, además, sufrió un accidente de tráfico en Albacete que retrasó cualquier atisbo de vuelta a la élite como el saltador que llegó a ser.

Volvió a romperse los dos tendones de Aquiles en 2006, regresó a la mesa de operaciones en 2007 con la esperanza de competir en los Juegos Olímpicos de Londres. Pero la suerte estaba echada. Aunque comenzó a sentir una gran mejoría, se rompió un gemelo durante un entrenamiento y abandonó definitivamente su intentona.

En 2009 anunció oficialmente su retirada del mundo del atletismo. Entonces, puso su punto de mira en el mundo de la aviación (se inscribió en un curso de piloto de helicópteros y la escuela quebró), de la informática y de la música electrónica. Intentó volver a aquella universidad de Iowa y regresó a Asturias sin un título bajo el brazo.

Lamela no pudo más. Su cúmulo de infortunios le condujeron a una gran depresión. Estuvo seis días hospitalizado en la planta de psiquiatría del Hospital San Agustín de Avilés y en una de sus últimas entrevistas reconoció haber pasado un mal momento.

"Sí, estuve un poco chungo, con una depresión bastante grande, pero me he recuperado muy rápido. El deporte me ha dado muchas alegrías, pero también muchos golpes, y aprendes que lo importante es levantarte y seguir luchando. Y eso es lo que voy a hacer ahora, luchar para superar esto lo más rápidamente posible", dijo.

Lamela luchó, pero no pudo olvidar aquellos tiempos en los que competía con Pedroso para ser el rey mundial del salto de longitud. Su 8,56 siempre será recordado. El chico tímido de Avilés que asombró a todo un país casi huérfano de estrellas impulsó con su proeza al atletismo español. Después, no pudo adaptarse a una vida sin los focos de la élite. Lamela, héroe caído, no pudo superar su salto más difícil.