La ida de las semifinales de la Copa de Europa ha servido para replicar el escenario que depara la Liga: el Barcelona afronta con un cuerpo de ventaja sobre el Madrid la recta final de la temporada. Luis Enrique Martínez, que parecía sentenciado en enero tras el trompazo de Anoeta, es aclamado en cada partido del Camp Nou. A Carlo Ancelotti, que se había ganado la renovación casi vitalicia en diciembre tras conquistar el tercer título del año y establecer un récord de victorias, se le critica ahora cualquier decisión y se le afea cualquier derrota. Más que la ventaja numérica (dos puntos en la Liga, un 3-0 en Europa), el Barcelona se muestra ahora mismo como un equipo embalado, rebosante de confianza y de salud. El Madrid, en cambio, va a remolque y echa de menos a algún lesionado. Pero también le avala su histórica resistencia al fracaso.

Tras colgar las botas, Luis Enrique se dedicó a preparar pruebas de resistencia, tanto a pie como en bicicleta. Ha completado maratones, triatlones y clásicas ciclistas de ultrafondo. A la vista de los acontecimientos, su papel al frente del Barça se asemeja al del corredor de fondo. Se trazó una hoja de ruta con el objetivo de llegar a los dos últimos meses con el equipo a tope y lo ha conseguido. El plan tenía sus riesgos y, de hecho, la política de rotaciones, de cambios tácticos y de renovación del estilo le costaron críticas después de cada tropiezo. En los momentos de duda le ayudó el recuerdo de sus anteriores experiencias en el banquillo: sus equipos siempre acababan mejor la temporada.

Desde hace un mes, Luis Enrique saca por fin brillo a su obra. Tiene un once fijo (Bravo o Ter Stegen; Alves, Piqué, Mascherano, Jordi Alba; Rakitic, Busquets, Iniesta; Messi, Luis Suárez y Neymar) y todos los jugadores parecen estar en su pico de forma. Los porteros dan la razón a la política de fichajes. Alves recuerda al de sus mejores tiempos, como Piqué. Mascherano le ha pillado el tranquillo al puesto de central. Jordi Alba defiende tan bien como ataca. Rakitic se parece al futbolista que encandiló en el Sevilla. Busquets vuelve a ser el eje del equipo. Iniesta por fin recupera su magia. Y al tridente hay que echarle de comer aparte.

"Espero que Messi encuentre su mejor versión conmigo", proclamó Luis Enrique el día de su presentación. Justo un año después, el asturiano ha conseguido su objetivo. Es, si cabe, un Messi más completo, que añade a su facilidad goleadora toda una serie de facetas del juego. Messi desborda, asiste, se retrasa para dirigir juego de ataque y vuelve a comprometerse con la presión. La llegada de Luis Suárez y el paso adelante de Neymar, además de la química que hay entre los tres, han acabado de completar un equipo demoledor.

Eso fue el Madrid en el primer tercio de la temporada. Tras un inicio con dudas, justificadas por los movimientos de entrada y salida en las últimas horas del mercado, Ancelotti se las ingenió para armar un equipo invencible. Hasta 22 partidos llegó la racha del Madrid, lo que le permitió agarrar con fuerza el liderato en la Liga y coronarse como campeón mundial. Pero, como se ha podido comprobar después, el empeño de Ancelotti por exprimir a once o doce futbolistas durante todos los minutos, ha acabado pasando factura.

Aunque algunas de las lesiones de los titulares no tienen que ver con su estado físico, el Madrid no ha llegado fresco al momento decisivo de la temporada. En partidos como el del Camp Nou, Calderón, Sánchez Pizjuán y Juventus Stadium, los madridistas parecieron superados por sus rivales. Jugadores que marcaron la pauta en los mejores momentos, caso de Kroos e Isco, se mueven con una marcha menos.

Tan importante como el físico está resultando el táctico. La decisión de Ancelotti de acoplar a Sergio Ramos en el centro del campo indica tanto su aversión al 4-3-3 como la falta de recursos en la plantilla para sustituir a jugadores como Modric. Ante las citas exigentes, a Ancelotti no le sirven Illarramendi, Lucas Silva ni Khedira. Y Ramos, con un perfil idóneo en determinadas situaciones, no es la mejor solución para voltear marcadores como el 2-1 de Turín.

La eterna batalla Barcelona-Madrid entra en la recta decisiva con dos citas clave, al margen de los partidos de vuelta de la Copa de Europa. El Madrid defiende sus opciones en la Liga mañana frente al Valencia en el Bernabéu porque una victoria obligaría al Barça a sumar los tres puntos en la jornada siguiente en el Vicente Calderón. No hay respiro para nadie.