Usain Bolt contra Justin Gatlin. El duelo del Mundial de atletismo, el que se anuncia desde hace meses, se librará hoy (15.15 hora española) en el escenario donde el jamaicano comenzó a construir su leyenda infinita. En los Juegos de 2008 el mundo se enamoró de este gigantón de infinita zancada que lideró el golpe del estado que los caribeños dieron en la velocidad mundial. Bolt regresó ayer al Nido del Pájaro. Más serio, menos teatrero, más responsabilizado. Se le vio algo agarrotado en el primer tramo de la carrera -marca de la casa- y se soltó en los últimos cincuenta metros para firmar una marca notable (9.96) sin dar la impresión de haber forzado su maquinaria. Su imagen alimenta la esperanza de sus incondicionales, seguros de que su mediocre año era una estrategia para no desgastarse antes de la cita mundialista. No ha sido un año sencillo para el jamaicano que ha llegado a Pekín con 9.87 como mejor registro de la temporada. Discreto para alguien que se ha movido a niveles estratosféricos durante toda su vida. El protagonismo en la velocidad mundial ha recaído en la polémica figura de Justin Gatlin. El norteamericano ha sido un cohete durante la primavera y el verano coleccionando marcas por debajo de los diez segundos y llegar a Pekín como el favorito a destronar a Bolt y devolver a Estados Unidos el reinado en la icónica prueba de los cien metros. Ayer no se guardó nada en la primera eliminatoria. Favorecido por el viento (dos metros por segundo a favor, mientras la serie de Bolt, por ejemplo, soplaba en contra de los atletas) Gatlin detuvo el crono en los 9.83, como si quisiese enviar un mensaje al resto de participantes y sobre todo al jamaicano, uno de los que le recuerdan continuamente su oscuro pasado y que abogan porque los deportistas que dan positivo no vuelvan a pisar una competición oficial. Y es que Gatlin arrastra dos sanciones por dopaje durante su carrera y su florecimiento a los 33 años no deja de levantar sospechas en el mundo del atletismo. Corre ahora más rápido que cuando fue cazado por los controles sanguíneos. Bolt no elude el espinoso asunto y esta misma semana, cuando se le planteó la situación, se limitó a responder con tres palabras: "Dóping, dóping, dóping". Por eso la batalla de hoy es mucho más que una simple carrera. Bolt siente que defiende la parte más limpia del deporte; Gatlin es el redimido, el hombre que ha vuelto del infierno en busca de la gloria tras purgar sus pecados. Al americano se le advierte rabioso. Aunque al final de su carrera de ayer dijo que no había forzado y que se había limitado a ganar la carrera, la impresión que dio es la de haberse entregado hasta el último metro. La sensación de Bolt fue la de medir mucho más su esfuerzo, seguro de que su rendimiento suele incrementarse cuando se acerca el momento decisivo.

Casi todos los analistas daban por seguro que Gatlin correría en tiempos similares a los de ayer;_pocos imaginaban que Bolt ya bajaría de los diez segundos en su primera presencia en la pista. No fueron los únicos en hacerlo en un día en que la pista pareció estar especialmente receptiva a los grandes registros. El estadounidense Trayvon Bromell (9,91 segundos) impresionó en su primera gran competición internacional. El futuro de la velocidad americana pasa por este muchacho que corre con una enorme frecuencia, mucho mayor que la mayoría de sus rivales y al que ayer no pareció impresionar lo más mínimo el escenario. También se vio bien al francés Jimmy Vicaut (9,92) o al jamaicano Asafa Powell (9,95). Más irregular se mostró otro de los norteamericanos en escena, Tyson Gay, incapaz de bajar de los diez segundos y que parece lejos de la pelea que hoy librarán Bolt y Justin Gatlin. No solo se juegan un título mundial.