La Sierra de Madrid rebobinó treinta años de historia para vivir otra jornada para la memoria del ciclismo. Si en 1985 Perico Delgado reventó la Vuelta la víspera del final desbancando a Robert Millar, ahora una emboscada del Astana vistió con la roja a Fabio Aru, a punto de ganar su primera grande.

Un locura de etapa, de las que no se van a olvidar con el paso del tiempo. La fiesta estaba preparada para el holandés Tom Dumoulin, pero el segundo ascenso a La Morcuera (1a) marcó el inicio de una revolución que ofreció momentos de ciclismo ya olvidados. El culpable fue un equipo, el Astana, y un corredor, Fabio Aru, un chico sardo de 25 años con dos podios en el Giro.

En la refriega se juntaron todos los intereses posibles. Estaban en juego las otras dos plazas del podio y algún puesto más honorífico. Purito salvó el segundo escalón por 12 segundos sobre el polaco Majka, que acabará tercero.

A una jornada perfecta, llena de emoción de principio a fin, se unió también un veterano de 35 años, Rubén Plaza (Lampre), quien se llevó la etapa con una escapada en solitario de 140 kilómetros.

Toda la montaña de la Vuelta de los 9 finales en alto no había resuelto nada. Dumoulin y Aru llegaron al último asalto separados por 6 segundos. Solo un ataque lejano, una obra maestra de la estrategia, podía evitar que el holandés se llevara su primera grande con 24 años. Surgieron los inevitables recuerdos de momentos que ya no abundan en tiempos de un ciclismo calculado hasta el último metro. Fluyeron las viejas historias de Hinault en la sierra de Ávila en disputa con Gorospe o la de Perico Delgado con su primera Vuelta en 1985, cuando atacó en Cotos, enlazó con Pepe Recio y le metió 6 minutos a Millar.

Parecían leyendas de improbable repetición viendo la fortaleza de un Dumoulin que acabó siendo un penoso espejismo. En la segunda subida, de 10 kilómetros, se armó la mundial. El Astana movió sus tropas con una primera aceleración de Mikel Landa que hizo torcer el gesto a Dumoulin, aunque resistió.

El segundo latigazo fue de Aru, quien atacó a fondo a 1.800 metros de la cima para soltar al holandés. Comenzó el festival azul. En la bajada del puerto Aru y Landa enlazaron con Luis León Sánchez y Andrey Zeits. Ese tren, unido a los intereses de Purito, Majka y Quintana, fue letal para Dumoulin, que penaba en solitario mientras le caían los minutos en catarata. Purito se unió a la marcha del Astana, y aquello resultó su tabla de salvación. En Cercedilla entró brazos en alto Aru celebrando su Vuelta.