Álex nació con los pies zambos y una fisura palatina. Y con una voluntad de hierro. Los médicos le dijeron a sus padres que sería dependiente para cierto tipo de actividades y que tendría una movilidad reducida, pues sus extremidades se tocaban planta con planta. Siete años y cinco operaciones después, acaba de cumplir su sueño al debutar con el Liceo. La suya es la historia de una superación con el hockey sobre patines como hilo conductor y con Jordi Bargalló como motor. Porque sin la ilusión de calzarse los patines, coger el stick y saltar a la pista para ser como su ídolo y los continuos ánimos del capitán con el pequeño, su recuperación no hubiese sido tan milagrosa que incluso asombra a los propios médicos. Ni los anclajes que le sujetan ambos pies le impiden salir a jugar. Un luchador nato que demuestra que algunos límites solo están en la mente.

Lejos quedan los tiempos en que incluso le costaba ponerse los patines. Porque en un cuerpo tan pequeño como el suyo cupo mucho sufrimiento. Con tres meses le operaron por primera vez. Tenía el tendón de Aquiles completamente atrofiado y le realizaron una serie de microcortes para ganar movilidad. Con poco más de un año volvió al quirófano, esta vez por su problema en el paladar. Se lo reconstruyeron y le hicieron una campanilla. Los pies le obligaron a tres nuevas visitas. Retoques en el tendón, pulido de la parte inferior de la tibia y la introducción de unos anclajes en ambas extremidades. Ya estaba lista la parte que incumbía a los médicos, pero el último paso lo dio Álex con su fuerza, coraje y tesón.

Tras la última operación, le daban seis meses para empezar la rehabilitación y volver a andar. A los cuatro ya estaba en el colegio deseando salir a la pista. Incluso caminaba sobre las escayolas. Y todo por el ansia de jugar al hockey. "Fuimos trampeando con lo emocional", dice su padre, Carlos López. "Es muy cabezón. Su ilusión era saber que iba a jugar y a vestir la camiseta del Liceo". Lo sigue siendo cada fin de semana. Tanto jugar como ir al Palacio de los Deportes de Riazor a ver de cerca a sus ídolos. No se pierde ni un partido de los mayores. Ni siquiera los calentamientos previos. Al principio quería ser portero. Xavi Malián, por tanto, era su héroe y la figura en la que se fijaba. Hasta que se cruzó en su camino Valentín Grimalt. La estancia del argentino en A Coruña fue corta pero intensa para el pequeño Álex. Congeniaron tanto que aprovecharon para verse en la visita que hizo el ahora guardameta del Matera italiano a A Coruña para disputar la Copa CERS contra el Cerceda.

Pero por encima de todos siempre está Jordi Bargalló. "Todo el club se ha volcado con él. Sentimos mucho apoyo". Pero en especial el capitán. "Sigue preocupándose por él. Me pregunta cómo va, le saluda a diario en el colegio y en los partidos... está volcado y él es el motor de su recuperación". Aunque también tiene sitio en su corazón para Noemí Uzal y César Carballeira, que fueron sus profesores de psicomotricidad en el colegio hasta el año pasado.

Todavía tiene algunas limitaciones. "Se cansa mucho. Cuando va a entrenar, al día siguiente cojea. Y sigue con problemas del habla y no maneja todo el vocabulario". También otras que no dependen de él. "Tiene el pie muy pequeño -calza el número 26- y no había bases para patines de su talla. En la tienda TDC Skate&Roller removieron todo hasta encontrarle unas que le valieran -aunque son de la talla 28-". Pero está totalmente integrado tanto en el colegio como en el club y es un niño completamente independiente. A las órdenes de Mikel Abeal y Diego García en el equipo micro A del Liceo continuará entrenando para seguir viviendo su sueño.