Sus vidas son una especie de día de la marmota pero en clave de temporadas. Un bucle de planificación, preparación y partidos que se sucede sin fin de un verano a otro. Carlos Gil, entrenador del Liceo de hockey sobre patines, Pablo Aguirre, del OAR de balonmano y Jorge Barrero, del Zalaeta de voleibol, son los veteranos de los banquillos del deporte coruñés. Entre los tres suman cerca de 80 años de experiencia y casi siempre ligados a un único club. Como Alex Ferguson, 26 temporadas al frente del Manchester United, el de Buenos Aires lleva 19 temporadas en el club verdiblanco, aunque no consecutivas como son las 17 del técnico vasco en el oarista por las 9 del coruñés en el equipo colegial.

Carlos Gil empezó a entrenar en la temporada 1983-84, cuando cambió la camiseta del Liceo, que vistió durante cuatro campañas, por el banquillo. Ese mismo año ganó la Copa del Rey, que también levantaría al frente del máximo rival de la época, el Dominicos, al que hizo campeón en 1990. Su paso por el equipo de la Ciudad Vieja y un breve escarceo con el Vigo Stick (2008-09) fueron sus únicas experiencias lejos del Palacio de los Deportes de Riazor. En cuatro diferentes etapas suma 19 temporadas como técnico del Liceo con 15 títulos que lo señalan como el mejor entrenador del mundo.

En el caso de Pablo Aguirre y Jorge Barrero, empezaron a ser maestros cuando eran unos niños. Con 18 años compaginaban la práctica deportiva con su enseñanza. El de Oñate, en colegios como el Víctor López Seoane, el Sardiñeira y el Maristas mientras estudiaba INEF y jugaba en el OAR. Su decisión fue "vocacional". Nunca se alejó del balonmano. Sí de A Coruña. Lo fichó el Xiria y el Lanzarote. Pero volvió a casa, con 17 temporadas seguidas al frente del club y por más que pasen los años, no se cansa. "Al contrario, cada vez te especializas más y tienes más control y dominio de lo que haces".

Barrero, por su parte, se define como "un loco". Se estrenó en su colegio toda la vida, el Calvo Sotelo, continuó en las categorías inferiores del Calasancias y no dio el salto a un equipo sénior hasta 1993 con el Voley Coruña y el Labañou. Llegó al profesionalismo con el Torruf y el Milenium y desde 2006 está en el Zalaeta. "Siempre encuentro la motivación. Me gusta lo que hago y el proceso de entrenar más que el competir. Disfruto y ya hace mucho que no me planteo dejarlo", sentencia.