En Memphis, en el FedExForum, importa casi más lo que no sucede que lo que sí. Los Grizzlies derrotan a los Knicks por 103-95 con 37 puntos de Marc Gasol. "Hablemos del partido. Marc es uno de los mejores pívots de la NBA", propone el alero local Matt Barnes. Corta así el carrusel de pregunta sobre su reencuentro con Derek Fisher, el técnico de los Knicks, otrora amigo íntimo, hoy enemigo mortal. No se veían desde el 3 de octubre, cuando se liaron a golpes en casa de la mujer de Barnes, Gloria Govan, de la que éste se está divorciando y que mantiene una relación sentimental con Fisher. Un embrollo privado convertido en asunto capital de la liga, motivo incluso de conflicto con la Asociación de Jugadores. Ayer ambos prefirieron ignorarse. Es la noticia.

Matt Barnes y Gloria Govan se conocieron en la escuela con 12 años. Empezaron a salir mucho más tarde, en 2006, y en 2012 se casaron. Govan se ha convertido en una estrella televisiva. Tienen dos hijos gemelos, Carter e Isaiah. En enero de 2015 iniciaron los trámites del divorcio. En agosto Barnes aseguró vivir un romance con Rihanna, lo que la cantante ha desmentido.

Derek Fisher inició su propio proceso de divorcio en marzo. Candance, su esposa durante diez años, no se lo esperaba. Al parecer descubrió con sorpresa que su marido se había llevado todas sus pertenencias del apartamento en Nueva York que compartían.

Cuestiones privadas, en todo caso material de prensa rosa hasta esa noche de comienzos de octubre. Las versiones sobre lo que sucedió difieren en algunos detalles. Uno de los hijos de Barnes le alerta por teléfono de que Fisher, "el amigo de mamá", se encuentra en la casa. Se dice que Barnes se vuelve loco. Abandona la concentración californiana de los Grizzlies, conduce durante 150 kilómetros y se planta en la casa de Govan. "No puedo creer que la gente piense que soy un maniaco que hace ese trayecto escuchando a Tupac (un rapero asesinado)", desmiente Barnes, que asegura que estaba en su propio domicilio, a solo 15 minutos. "Simplemente fui a ver a mis hijos porque parecían sentirse incómodos".

Govan ha organizado una barbacoa con varios amigos. Barnes llega y se enzarza a golpes con Fisher. Un amigo del alero afirma que le escribirá un mensaje: "Le pateé el culo desde el jardín hasta la puerta principal y le escupí en la cara a ella". Otras fuentes aseguran que Fisher respondió a los golpes. Govan llama a la policía pero Barnes se va antes de que lleguen. Fisher, que faltará a un entrenamiento de pretemporada con los Knicks aunque solo sufre rasguños, no presenta denuncia.

Fisher y Barners compartieron vestuario en los Lakers entre 2010 y 2012. "Éramos amigos, pero ya no. Sucedieron cosas", ha explicado Barnes, que tiene varios antecedentes de comportamiento inapropiado y violento tanto dentro como fuera de las canchas. Al parecer, enterado de las citas entre Govan y Fisher, le había enviado varios mensajes amenazantes antes de la pelea. La NBA investiga el asunto. Suspende durante dos partidos a Barnes y le impone una multa de 65.000 dólares, que el jugador ha recurrido. La Asociación de Jugadores lo apoya. Entiende que lo sucedido, al no implicar procesos judiciales, queda fuera del ámbito disciplinario de la liga.

El Grizzlies-Knicks de ayer había despertado el esperado morbo en los días previos. Fisher siempre ha evitado cualquier comentario al respecto a nivel público, más allá de declararse "centrado" en los aspectos baloncestísticos. Barnes, en cambio, lo conminaba a "mantenerse alejado" y evitar cualquier tipo de saludo. Llamó a Fisher "serpiente" y "chivato", se supone que por filtrar sus mensajes a la NBA. Aseguraba que numerosas personas le han mostrado su apoyo, incluido un jugador de la plantilla que Fisher dirige. Aunque también anticipaba que, sabiéndose vigilado por la liga y priorizando el interés de su equipo, evitaría cualquier conflicto o comentario durante el partido.

La NBA no debió fiarse en exceso. Tres policías locales montaron guardia durante un cuarto de hora ante la puerta del vestuario visitante. Al final, los dos ni siquiera se miraron, aunque Fisher tuvo que soportar el abucheo del FedEx Forum y alguna pancarta como Snitches get stitches (los soplones se llevan puntos de sutura). Pero Barners promete que a esta historia le faltan todavía algunos capítulos: "Cuando me retire nuestros caminos volverán a cruzarse".