Las gradas del Quicken Loans Arena de Cleveland se han ido despoblando durante los últimos minutos de juego. Los irregulares Bulls acaban de batir (83-96) a los propietarios de la cancha. LeBron James y sus compañeros se dirigen al vestuario. El manager general, David Griffin, también se dirige al vestuario. Es entonces cuando resuenan los abucheos. Un sonido que LeBron solo había escuchado de sus paisanos en sus visitas con la camiseta de Miami Heat. Es el sonido que retrata una semana convulsa en la franquicia.

Griffin anunciaba el viernes el despido de David Blatt. Destituye al entrenador con el que disputaron las últimas finales y con la escuadra aún cómoda en el liderato del Este. Una decisión que ha despertado numerosas críticas. "Me siento avergonzado por nuestra liga", brama el entrenador de los Mavericks, Rick Carslile. Gregg Popovich, el técnico más laureado y respetado en activo, declara: "Solo las circunstancias ajenas al apartado deportivo dictan el destino de algunos profesionales". Brad Stevens, de los Celtics, se suma: "Ganó una tonelada de partidos, supo mostrar clase e hizo una gran labor". Aunque Blatt ha desarrollado buena parte de su carrera profesional en Europa, ha sabido conquistar el afecto de sus colegas de profesión. Holberd, de los Bulls, resume: "Gran persona y entrenador excepcional".

Todos ellos intuyen o quizás saben la magnitud del conflicto con el que tenía que lidiar Blatt. Porque en realidad, aunque los resultados fuesen buenos, todo el mundo sabía en la NBA que Blatt ha caminado sobre el alambre desde que fue contratado. Y es cierto que el equipo no ha transmitido buenas sensaciones ante los adversarios más poderosos. Seguramente las derrotas ante sus más probables rivales en unas nuevas finales, Warriors (98-132) y Spurs (99-95), han sido el desencadenante de su despido.

Blatt, fiel a su imagen de bonhomía, se ha despedido con elegancia. "Ha sido un honor", ha escrito. Mientras, en los Cavs han iniciado con entusiasmo el proceso de destrucción de su figura, una especie de damnatio memoriae en la que se le atribuye toda suerte de males. El manager general atribuía el buen récord "a un calendario relativamente fácil" y revelaba: "Estoy mucho en el vestuario y soy consciente de la falta de espíritu del equipo. Hemos perdido la identidad".

A Blatt lo sustituye Tyron Lue. Era uno de sus asistentes pero no asciende como interino. Firma un contrato plurianual. Blatt y Lue componían una sociedad extraña, como ha comentado Charles Barkley, siempre estruendoso en sus análisis, pero en ocasiones certero. Lue compitió con Blatt por el puesto en el verano de 2014. También se entrevistó con la franquicia. Y aunque Blatt le ganó la carrera, fue contratado, convirtiéndose en el asistente mejor pagado en la historia de los Cavs. Una situación potencialmente explosiva, que Lue no se ha esforzado en desactivar. Durante estos meses ha querido conservar un perfil propio. Y se ha construido una relación íntima con LeBron, que en la cancha hablaba más con él que con su jefe y puede asegurarse que también en la intimidad. Lue no guarda luto por Blatt. Aunque pide que le conserven el puesto en el All Star (le correspondía como técnico del líder del Este), ya anticipa que está dispuesto a encargarse de la tárea. Y si le preguntan por qué política deportiva aplicará, asegura: "No lo haré distinto que Blatt, lo haré mejor".

LeBron acapara las miradas. Niega haber sido consultado sobre el cambio en el banquillo. Difícil de creer que la franquicia haya dado este paso sin consultar a su estrella, aún más poderosa desde su regreso.

LeBron, al menos en su gestualidad pública, no respetaba a Blatt. También le sucedió en Miami con Spoelstra, a quien llegó a empujar con en plena cancha, en aquellos primeros meses en que la maquinaria de los Heat estaba atrancada. También allí se puso al técnico en la picota. Patt Riley parecía dispuesto a abandonar el despacho y arremangarse en cualquier instante. Spoelstra supo reconcudir la situación, disputar cuatro finales y ganar dos anillos, aunque jamás se percibiese calidez entre él y LeBron. Blatt no lo ha conseguido.

Marc Stein, de la ESPN, asegura haber presenciado escenas realmente expresivas: LeBron pidiendo tiempos muertos sin consultar al banquillo, LeBron ordenando cambios, LeBron agitando groseramente la cabeza para que Blatt modificase la jugada que acababa de pintar en la pizarra, LeBron cuchicheando con Lue...

Blatt no supo cómo manejar la situación. Tal vez influyó, como novato, su desconocimiento de los códigos de vestuario de la NBA, una cultura muy diferente a la de FIBA. A sabiendas de que un conflicto abierto con LeBron no era una alternativa viable, apostó por contemporizar y se le fue la mano. Brendan Haywood, que jugó en los Cavs la pasada temporada, ha revelado: "Blatt nunca quiso enfrentarse a LeBron. En las sesiones de vídeo nunca corregía sus errores pero sí los de otros. Te das cuenta de esas cosas y es cuando empiezas a perderle el respeto".

El divorcio daña más al entrenador, que había afrontado con mucha ilusión su regreso a Estados Unidos. Pero no pasará mucho tiempo en el paro. En Europa lo admiran (en Rusia e Israel llega a idolatría). Y en la propia NBA suena como opción para los Timberwolves. Es LeBron quien queda más expuesto. Todas las grandes figuras se han comportado como dictadores, pero sin necesidad de exponerse tanto . LeBron ha querido dejar claro quién manda y Lue no podrá ejercer de escudo si el anillo se les vuelve a escapar.