El Arsenal no gana una Premier League desde la temporada 2003-2004. Durante años los aficionados gunners se resignaron a no levantar un título liguero, como si después de Thierry Henry estuviese la nada. Incluso vagaron por un desierto sin trofeos hasta la FA Cup de 2014. De la mano del incombustible Arsène Wenger y con la excusa del coste del Emirates Stadium, los capitalinos se empezaron a conformar con colarse en la Champions League cada año mientras veían como los rublos de Román Abramóvich convertían al Chelsea en el mejor equipo de la ciudad. Un trago duro para los norteños, acostumbrados a ser uno de los reyes en el país de los inventores del fútbol.

Sin embargo, esta temporada todo ha cambiado. A 3 puntos del líder, el sorprendente Leicester City, los gunners se creen de verdad sus opciones de volver a mandar en el fútbol inglés. El Chelsea abdicó y el Manchester United va camino de hacerlo. Con la sensación de que el globo del Leicester se pinchará tarde o temprano, todo parece destinado a un mano a mano entre el Arsenal y un Manchester City que tiene el dinero por castigo. El mayor rival histórico del Arsenal, el Tottenham, está cuajando también una brillante temporada, pero el peso de su historia de eternos perdedores hace que no sean tenidos en cuenta en la mayoría de las quinielas.

¿Qué pasó para que el Arsenal vuelva a ser candidato al título 11 años después? Razones hay muchas, pero la situación actual no se entiende sin la figura de un veterano guardameta que se suponía daba un paso atrás en su carrera este verano. Se trata de Petr Cech. Con 33 años se puede considerar uno de los mejores porteros de la historia de la Premier League, y su planta de 1,96 con su casco protector en la cabeza estará para siempre ligada a la mejor época de la historia del Chelsea.

Pero los tiempos cambian y el Chelsea recuperó en 2014 a Thibaut Courtois, sin duda uno de los mejores guardametas del mundo en la actualidad. El veterano portero checo pasó a perder protagonismo y, lejos de resignarse a ver el fútbol desde el banquillo y pasar los últimos años de su carrera viviendo de la gloria pasada, en verano tomó una difícil decisión: abandonó el oeste de Londres por el norte. Se fue al Arsenal. Decisión que le costó la enemistad de parte de la afición de Stamford Bridge, con vídeos virales quemando su camiseta incluidos.

Para colmo, los blues perdieron durante buena parte de la temporada a Courtois. Se lesionaba en septiembre y estuvo cuatro meses fuera de los campos. Tiempo suficiente para que el Chelsea firmase uno de los peores comienzos de temporada que se recuerdan y para que Abramóvich despidiese a José Mourinho, el polémico técnico que siempre contó con el favor de las gradas en el barrio más pijo de Londres. Ahora mismo el Chelsea es decimotercero y lucha por asentarse en la zona media de la tabla y pasar sin sufrimiento una campaña para olvidar.

Petr Cech abandonó al vestuario del campeón de liga y llegó a un Arsenal que a priori no era candidato. Pero sus intervenciones están siendo clave en la posición actual de los gunners. Por primera vez en muchos años los arsenalistas ganan partidos en los que incluso son inferiores a sus rivales. Cech parece empeñado en convertir su portería en un fortín. Con 22 goles en contra es uno de los equipos más solventes en defensa, aunque a costa de que el guardameta se erigiese en la estrella en muchos partidos esta campaña.

El Arsenal por fin consigue un salto cualitativo en la portería, una posición que carecía de estabilidad desde la marcha de Jens Lehmann en 2008. Acostumbrado a mandar y a ser el líder incluso de la selección de la República Checa, Petr Cech ordena y dota de mentalidad ganadora a toda la defensa arsenalista. Fabianski, Szczesny y el ahora suplente David Ospina nunca demostraron bajo los palos la seguridad del hombre del casco.

El colombiano Ospina había sido la última apuesta de Wenger. Acabó la pasada campaña como titular. Demostró estabilidad y tranquilidad bajo los palos, pero más allá de la efervescencia generada por su actuación en el Mundial de 2014, Ospina no se encuentra ni de lejos entre los mejores metas del panorama internacional, a lo que se suman sus carencias en el juego aéreo. De ahí el salto cualitativo que supuso la llegada de Cech.

Receta

La receta del Arsenal esta temporada sigue basándose en el buen fútbol y el toque. En este sentido, el técnico alsaciano se mantiene fiel a sí mismo. Sin embargo, hay una diferencia: El muchas veces criticado Olivier Giroud está cuajando un gran año en cuanto a cifras goleadoras se refiere. Con su potencia y olfato de gol culmina muchas jugadas trenzadas por finos estilistas como Alexis Sánchez, Santi Cazorla o Mesut Özil. Giroud suma 12 goles esta temporada.

El gran rendimiento de Özil es también destacable. Con la increíble cifra de 16 asistencias el alemán es el que más balones de gol brinda en todo el viejo continente. Este año está encontrando una regularidad en el juego impropia de ese talentoso jugador intermitente que desplegaba su fútbol a ráfagas en el Santiago Bernabéu.

Pero si Giroud es la prosa en el fútbol poético del ataque gunner, alguien tiene que bajar al fango también en medio del campo. De hecho, Arsène Wenger perdió la fama de ganador cuando fió todo exclusivamente a la calidad y el buen toque, olvidando que era el físico de Patrick Vieira el que daba equilibrio al mejor Arsenal de la historia.

Ahora ese papel lo recuperó con el francés Francis Coquelin. Su lesión en noviembre a punto estuvo de salirle cara al Arsenal, pero si nada se tuerce regresa para el tramo decisivo de la temporada. Este joven volante de contención es un todoterreno a la hora de cortar balones y destruir el juego rival. Un complemento perfecto para que la línea de tres cuartos y Santi Cazorla se centren solo en crear espectáculo.