Veintitrés años tardó la Copa del Rey de Baloncesto en volver a A Coruña, pero la larga espera mereció la pena. Fueron cuatro días cargados de adrenalina, como bien anunciaba el lema del torneo, en los que se respiró baloncesto constantemente. Al final, el Madrid confirmó su idilio con una ciudad herculinaMadrid que disfrutó tanto que ya se prepara para la próxima.

Los equipos. Los ocho participantes intentaron aprovechar al máximo la oportunidad de competir en el torneo del KO. Basta con hacer un viaje al pasado, al jueves, para confirmarlo. El Barça, un gigante, apeado por un modesto Bilbao y el Valencia, líder de la ACB, con las maletas hechas por culpa del Gran Canaria. Parecía que no podía haber más sorpresas, pero el conjunto amarillo acabó con el vasco en semifinales gracias a una épica remontada.

El anfitrión. El Obradoiro dejó aparcado a un lado el decimoquinto puesto que ocupa en la clasificación de la ACB para convertirse en uno de los ocho grandes. Era su Copa y eso siempre supone un plus. Su esfuerzo casi obtiene recompensa, aunque el conjunto de Moncho Fernández puede presumir de haber puesto contra las cuerdas al Laboral Kutxa en cuartos de final. El anfitrión se quedó a las puertas de las semis, pero se lleva una imagen imborrable: el Coliseum cantando el Miudiño.

Las aficiones. Si hay algo que ha caracterizado esta Copa del Rey, es el buen rollo que ha generado. No solo en el Coliseum, escenario de los siete partidos, también en las calles coruñesas. Aficionados de los diferentes equipos compartieron horas y horas de baloncesto, pero también de charlas y bailes. Todos, vencedores y vencidos, disfrutaron de la competición. Los santiagueses apoyaron al Obra sin límites, pero una vez eliminado, se arrimaron a canarios y vascos para seguir con la fiesta. Los seguidores del Baskonia llamaron la atención allá donde fueron. Su charanga puso la banda sonora al torneo.

La organización. Los aficionados no fueron los únicos que crearon una atmósfera perfecta. También la ACB y el Ayuntamiento de A Coruña trabajaron durante meses para que todo saliese a la perfección. Y así fue. Sin ningún altercado y con divertidas actuaciones durante tiempos muertos y descansos, el público se sintió en el Coliseum como si estuviera en casa.

Los más pequeños. La Fan Zone Movistar+ fue también el punto de encuentro de los amantes del baloncesto. Con actividades para los más pequeños, el recinto también acogió los partidos de la MiniCopa Endesa, que conquistó el Madrid -venció al Joventut en la final (102-50)-. Además, una pantalla gigante permitió a muchos vivir todos los partidos de la Copa.

El campeón. Aunque todos los participantes dejaron escrito su nombre en esta competición, el Madrid ha dejado una huella imborrable. Bastó el bocinazo final y Felipe Reyes levantando la Copa para asimilar lo lejos que ha llegado el equipo de Pablo Laso. Es el primero en lograr tres títulos consecutivos y acumular, en total, 26. Un Madrid de récord que, además, mantiene su idilio con la ciudad herculina, que le ha visto ganar en todas las fases finales que ha albergado: 1972, 1989 y 1993.