La FIFA abrió ayer una nueva era en la que, comandada por el suizo Gianni Infantino -elegido por 115 de los 207 miembros con derecho a voto-, espera recuperar la credibilidad perdida en los últimos meses, por los escándalos de corrupción que forzaron a la dimisión a Joseph Blatter.

Infantino, que ya había encabezado la primera votación con 88 votos (3 más que el jeque Salman bin Ebrahim Al Khalifa) se impuso en la segunda ronda al Khaifa (88 votos), al Príncipe Alí bin Al Hussein (4) y al francés Jerome Champagne, sin apoyos.

El candidato que presentó la UEFA se convierte en el noveno presidente de la institución y en el sucesor de Blatter, tan sólo nueve meses después de que éste obtuviese su quinta reelección.

La elección, casi seis horas después de que el Congreso aprobase "de forma íntegra" los cambios propuestos por el Comité de Reformas, impone al nuevo presidente la tarea de liderar la renovación de una institución que necesita de forma urgente limpiar su imagen para evitar la fuga de patrocinadores.

De la importancia de una votación que se preveía incierta hasta el final hablaron los movimientos que hicieron los candidatos favoritos hasta el último minuto.

Durante el turno de alocución de los candidatos, no hubo sorpresas. Al Khalifa atacó directamente a su máximo rival, Infantino, a quien sin nombrar le acusó de prometer imposibles dada la situación financiera del organismo. "No voy a hipotecar la FIFA para conseguir votos", dijo.

En su respuesta, Infantino exhibió su facilidad para los idiomas, con un mensaje que comenzó en italiano y fue cambiando al alemán, francés, español, inglés, incluso, un poco de portugués. Infantino quiso llegar a cada confederación dirigiéndose a ellas en su idioma predominante. Y también respondió a El Khalifa. "Durante mis siete años en la UEFA, se triplicaron los ingresos de la UEFA, cuando hablo de cifras, creánme. Si la FIFA genera 5000 millones ¿por qué no se pueden distribuir 1200 millones?".

Su llegada a la presidencia de la FIFA, con 45 años, hace que respire el fútbol europeo, que temía un cambio de eje ante la emergencia asiática.