Con Carles Grau ya vencido y habiéndolo hecho todo bien Josep Lamas en la falta directa, la bola se paseó por la línea de gol, negándose a entrar y dando tiempo para que el portero se repusiera y evitara que cayera en las redes. Quedaban ocho minutos para la bocina. El Liceo perdía por 1-4 y se encomendaba a su última oportunidad de meterse en el partido. La cara del delantero coruñés lo decía todo. Impotencia. Cincuenta minutos resumidos en un segundo. El Liceo no pudo y no supo cómo jugar al Vic. La guerra táctica la ganó Pujalte a Carlos Gil. Alternó la defensa zonal e individual, obligando al argentino a cambiar sus variantes de ataque sin encontrar nunca el camino. Y la bola parada hizo el resto. Además de la de Lamas, otras dos directas de Pau Bargalló acabaron en frustración. En cambio, Ferrán Font, con la sangre fría de un veterano y el descaro de sus 19 años, ejecutó a los verdiblancos con el 0-3 y el 1-4. Dos momentos decisivos. Antes y después del único tanto liceísta, un chut de orgullo y furia de Jordi Bargalló. El Vic se confirma como la bestia negra del Liceo. Le apeó en semifinales como el año pasado. Y como en 2015, cuando se proclamó campeón, luchará por el título contra el Barça.

La derrota se fraguó en la segunda parte, pero se cimentó en la primera, con los dos goles de Cristian Rodríguez, el segundo a once segundos para el descanso. Fulminante. Y eso que el Vic empezaba el partido con malas noticias, al confirmarse la baja de Roger Presas. Eso daba una teórica ventaja a los verdiblancos, con más banquillo. Los rojiblancos solo pudieron hacer dos rotaciones. Carlos Gil tiró de todos sus jugadores, incluso de Nacevich, inédito hasta entonces en la Copa y al que dio minutos en busca del factor sorpresa. No era el día. Ni el del argentino ni de ninguno de sus compañeros. Cuando un equipo es campeón parece rodeado de un aura mágica. Esa abandonó al Liceo en Reus. Ya había sufrido en cuartos contra el Voltregá. Ayer frente al Vic le faltó la chispa. Se echó de menos la conexión Lamas-Bargalló. Los hermanos buscaron hacer la guerra por su cuenta. Y cuando todo estaba en contra y se acababa el tiempo, abundó la precipitación.

"Orden y juego", pedía Carlos Gil en los tiempos muertos. Pero cada vez que solicitaba uno parecía ser para dar una respuesta a lo que le planteaba desde el otro banquillo el que un día fuera su pupilo, Fernando Pujalte. El 0-1 de Cristian Rodríguez, a pase de Ordeig y con un fallo en el marcaje de Oriol Vives, permitió al Vic llevar la delantera. Se puso en zona y el argentino ordenó a Toni Pérez y a David Torres insertarse en el área. Cambió a defensa individual y los verdiblancos empezaron a vivir de las jugadas individuales de los Bargalló. La posesión era del Liceo. Pero no creaba sensación de peligro y Grau era un frontón que devolvía cada bola que le llegaba. Malián también se lució cuando según se acercaba el descanso el Vic tomó más la iniciativa. Pero no pudo frenar a Rodríguez justo antes del paso por vestuarios. Gol psicológico. El 0-2.

El Liceo necesitaba un gol rápido en el inicio del segundo acto para creer en la remontada. Pau falló la directa por acumulación de faltas del Vic. La respuesta de Font fue demoledora. Del posible 1-2 se pasó al 0-3 y si el tanto del capitán abría un viso de esperanza, se volvió a disipar con una nueva directa de Font. Los catalanes tenían el partido donde querían y no se le iba a escapar por más que Font fallara su tercera directa después de un puñado de azules (Vives, Pau y Rodríguez) que empañó el final del duelo. Toca pasar página. Recuperar el brillo. Cohesionar al equipo. Todavía queda mucho en juego. Como la visita al Palau de la próxima semana en la ida de los cuartos de final de la Liga Europea. Mejor posibilidad de redención imposible.