La NBA es, para algunas franquicias, eso que sucede mientras sus responsables hacen planes. Los Timberwolves se dirigen irremediablemente hacia su duodécima temporada consecutiva sin clasificarse para play offs. En esa última aparición los Lakers les cerraron el camino en la final de conferencia. La franquicia ha diseñado desde entonces varias reconstrucciones que no han llegado a cuajar. Tampoco la vigente y aunque se destaque la juventud de sus hombres esenciales, desde los despachos se transmite la posibilidad de un nuevo volantazo que podría afectar a Ricky Rubio.

Aquellos Wolves de 2004 pudieron conquistar el anillo. Jugadores talentosos como Sprewell, Cassell y Wally Szczerbiak rodeaban a un Garnett primaveral bajo la batuta de Flip Saunders. Dominaron el Oeste en temporada regular con el mejor registro en la historia del equipo (58-24). Aún aguantaron en números positivos al año siguiente (44-38). Después todo comenzó a desmoronarse. Nunca han vuelto a lograr más victorias que derrotas.

Garnett, que abandonó la franquicia en 2007 para lograr el anillo con los Celtics, ha vuelto a la franquicia para ejercer más de maestro que de jugar. También retomó el mando Saunders. Esa maniobra nostálgica terminó de forma abrupta el pasado verano. En agosto Saunders anunció que le había diagnosticado la enfermedad de Hodgkin. En octubre fallecía.

No es la primera desgracia que sufren los Timberwolves. La directiva había confiado el proyecto anterior a otro entrenador de peso, Rick Adelman, creador de los competitivos Blazers que lideraba Drexler y de los mágicos Kings de Chris Webber. El equipo parecía bien concebido, con Ricky Rubio y Kevin Love como motor. Pero la mujer de Adelman enfermó de gravedad y éste anunció su retirada para cuidarla. Después, la franquicia se cansó del vacilante liderazgo de Love. Lo traspasó a los Cavaliers. Apostó por rejuvenecer la plantilla aprovechando sus elevadas elecciones en el draft. Y ha reiniciado la cuenta.

Hoy, en Minnesotta, presumen de que Wiggins, Towns y LaVine tienen 20 años y Shabazz Muhammad, 23. "Nuestro futuro es brillante", sostiene Michell, entrenador interino desde que Saunders quedó postrado. Un futuro que nunca llega y en el que no se sabe si Ricky tiene sitio.

Los rumores sobre un posible traspaso del español fueron insistentes hasta el cierre del mercado, con varios pretendientes. Ricky responde por edad al perfil biológico de la plantilla. Pero algunos lo consideran demasiado baqueteado. Juega profesionalmente desde los 16 años y en la NBA ha tenido que superar graves lesiones de rodilla y tobillo que le han adjudicado fama de inconsistencia física. Ricky defiende bien y aporta en muchos apartados. Con él en pista todos sus compañeros mejoran su producción. Sin embargo, sus dificultades en el tiro son un pecado demasiado evidente.

Ninguna de las modificaciones que el catalán ha introducido en su técnica han funcionado. En el triple no pasa del 31,3% de acierto. Los Wolves, en general, abundan en penetradores y escasean en tiradores. El porcentaje colectivo de tres es de 33,2%, que solo Heat (32,2%) y Lakers (32,1%) empeoran. Y aún puede deteriorarse en estos meses después de haber cortado a Kevin Martin (que se ha ido con André Miller de la mano a los Spurs).

El general manager, Milt Newton, parece haber decidido que debe remediar ese defecto. Se sabe que en febrero propuso a los Bucks un intercambio entre Rubio y Khris Middelton. El español es el que más cobra en la plantilla (de lo 12,7 millones de este año a los 14,8 que llegará a cobrar en 2019) y tiene mercado. Bastante más que Pekovic, el segundo, lesionado en el Aquiles y tan limitado en su juego que no será una pieza valiosa para otras franquicias hasta su último año de contrato (17/18), cuando su extinción sirva para liberar masa salarial.

Cambiar de aires posiblemente sea una buena solución para que Rubio reactive su carrera americana. Su romance con las gradas del Target Cencer se ha enfriado por culpa de sus convalecencia e intermitencias. No ayuda recordar que los Wolves, en el draft de 2009, eligieron a Rubio (5º) y Jonny Flynn (6º), hoy sin equipo, por delante de Steve Curry (7º).

Porque tampoco la franquicia tiene un rumbo institucional que despeje dudas. Ni siquiera se sabe si Sam Mitchell seguirá. Le ayuda su amistad con el dueño, Glen Taylor. Otro empresario, Steve Kaplan, intenta cocinar una operación que le permita controlar el 30 por ciento de las acciones de los Wolves y alguien de su entorno ha contactado con Tom Thibodeau. Y Mitchell, entre tanto, saca músculo para hacerse respetar en el vestuario. En el inicio del tercer cuarto ante los Bucks sentó a Rubio, Wiggins y Towns, que no volvieron a jugar. Después elogiaría a los suplentes: "Ellos jugaron haciendo equipo, lo hicieron con la intensidad y energía que el equipo necesita, a diferencia de algunos jugadores que participaron en la primera parte del partido". No son síntomas de un conjunto preparado para florecer.