Nuevo éxito tanto de organización como de participación en el Trofeo Miguelito de judo, todo un clásico del deporte coruñés y gallego que ayer celebró su vigesimoctava edición. Superado con creces el cuarto de siglo desde su creación en 1988, el torneo madura en plena forma. Quedó patente ayer en el Coliseum, donde más de 3.000 niños y niñas de entre tres y doce años demostraron sus habilidades repartidos en los veinte tatamis dispuestos en círculo, más uno de mayor tamaño justo en el centro de la instalación.

Distribuidos en diferentes turnos, cuatro en total, los chavales realizaron por parejas las técnicas programadas. En el momento de acceder al tapiz, cada niño entregó a su juez una tarjeta personalizada para que en ella escribiera un comentario o calificación. Abundaron las notas muy positivas porque de lo que se trata en este torneo no es de competir, ni de ser el mejor, sino que lo que se busca por encima de todo es fomentar el compañerismo, los buenos hábitos y el amor por el deporte, en este caso el judo. El grado de dificultad de las técnicas se ajusta en función de la edad y el color del cinturón de cada niño. Abundaron los tonos blancos, amarillos y naranjas entre los participantes porque la mayoría está todavía en la fase inicial de su formación.

Todos recibieron una medalla como premio a su esfuerzo, además de los aplausos de sus familiares y amigos. Los judokas más atrevidos y simpáticos derrocharon desparpajo girándose hacia la grada para saludar con una radiante sonrisa antes y después de cada exhibición sobre el tatami. Al gran ambiente colaboró la mascota del torneo, que no paró de animar e incluso se atrevió a mostrar sus habilidades sobre el tapiz central.

La organización calcula que desde las 09.15 horas de la mañana pasaron por el Coliseum unas 20.000 personas, que accedieron por turnos y con invitación para evitar grandes colapsos. Fue una gran fiesta del judo coruñés y del de toda Galicia, ya que en el torneo participaron deportistas de clubes procedentes de toda la comunidad autónoma.

Además de los jueces que presidieron cada uno de los veinte tapices, en la instalación hubo numeroso personal auxiliar a disposición de los niños. Al pie de los tatamis y pendiente de cada detalle estuvo todo el tiempo Miguel Ramos Medina, del gimnasio JK, impulsor del nacimiento de este trofeo en 1988 en memoria de Miguel Ángel López Pérez, un joven judoka que falleció ese mismo año. Desde su creación, el Miguelito fue poco a poco consolidándose hasta convertirse en una de las citas anuales más importantes del deporte coruñés. Su carácter didáctico es su principal elemento diferenciador. Nadie pierde. Todos ganan en el Miguelito.