Vassily Berezutski, el defensa que en la previa había dicho que esperaba que tras el partido los ingleses supiesen alguno de los nombres rusos, ya tiene su recompensa. Un gol suyo, en el último minuto, dejó a Inglaterra sin la victoria que mereció, por juego y ocasiones.

Hasta esa acción, un centro cruzado al área que no supo defender la zaga inglesa, ni entender el meta Hart y que, por si acaso, terminó de introducir Glushakov, los ingleses dominaron un encuentro en el que pudieron lograr una victoria holgada, pero en el que también pecaron de inexperiencia, al darlo por cerrado antes de tiempo.

Ante un rival que se preveía defensivo, lastrado por las numerosas bajas que ha padecido justo antes del torneo, Hodgson apostó fuerte al ataque. Alineó a Rooney, Lallana, Delle Alli, Sterling y Keane.

Con Rooney no sólo reconvertido en centrocampista, sino al mando de la dirección del juego inglés, Sterling y Lallana bien abiertos y Delle Alli con libertad de movimientos, Inglaterra zarandeó a Rusia en una primera media hora en la que disparó en ocho ocasiones a meta, pero sin acierto.

Ese se supone que lo pone Harry Keane, el goleador inglés, pero el delantero del Tottenham fue el único que no entró en la dinámica de su equipo, a menudo desconectado.

En el segundo tiempo, el equipo de Leonid Slutski adelantó algo más sus líneas y comenzó a llegar al área rival. Tuvo más el balón Kokorin, entró más en juego Dzyuba y, como se fue diluyendo el centro del campo inglés, perdiendo presencia Alli, a Rusia pareció irle bien con el plan de su técnico.

Pero esta selección inglesa cuenta con argumentos para desarmar al rival en cualquier momento. Lo logró con un precioso golpe franco ejecutado por Dier.

Rusia, sin recursos para variar su plan, no volvió a crear peligro hasta esa última acción. Ese cabezazo de Berezutki, con el rival dormido, que le dio la venganza deseada.