"Fatih Terim, Imperator; Fatih Terim, Imperator". A las puertas del estadio de Saint Cyr-sur-Mer, tratando a duras penas de ver un entrenamiento que es cerrado al público, un grupo de jóvenes turcos cantan en honor al técnico de su selección. En el terreno de juego también está Arda Turan, la estrella del equipo, el jugador por el que el Barcelona pagó 34 millones de euros hace un año al Atlético de Madrid, pero el jaleado es Terim. Porque nadie duda en Turquía de que el éxito del equipo depende de su técnico muy por encima de cualquier jugador de su equipo.

La selección turca que va a enfrentarse hoy con España en Niza lleva el sello inconfundible del Emperador Terim, el entrenador más exitoso de la historia de su país, que ha impregnado de su espíritu las dos últimas generaciones de jugadores turcos.

La dificultad forjó el carácter rudo de Fatih Terim, una especie de padre protector, y severo, con sus jugadores; un técnico arisco con el exterior, especialmente con los directivos, con los que nunca ha congeniado ni en los diversos clubes por los que ha pasado ni tampoco con los federativos de su país.

Hijo de un vendedor ambulante discapacitado, Fatih Terim pronto se tuvo que hacer cargo de sus dos hermanas pequeñas. Abandonó los estudios para cursar mecánica de motores y, sobre todo, se centró en el fútbol, que se le daba bien. Con 16 años debutó con el Adana, el club de su ciudad, como un delantero goleador. Tres años después pasaba al Galatasaray, que lo reconvierte en líbero. Son los años del gran Bayern Múnich y Terim se gana en Turquía el apodo del Beckenbauer del Bósforo. Se retira con 32 años.

Su carrera en los banquillos empieza por consejo del alemán Jupp Derwall, entonces entrenador del Galatasaray y al que Terim considera su padre futbolístico. Dirige a las categorías inferiores hasta que otro alemán, Sepp Piontek, le reclama como ayudante para la selección, a principios de los 90.

Tres años después asume él la dirección, criticando los escasos resultados que logró Piontek para el sueldo que tenía, y ahí cambia la historia del fútbol turco. Lo primero que hace Terim es reclutar a un ejército de seiscientos ojeadores que recorren el país en busca de buenos jugadores. De esa cosecha saldrá la primera selección turca clasificada a una Eurocopa, en 1996. En la fase de grupos Turquía pierde los tres partidos y es incapaz de marcar un solo gol, pero ya se ha presentado en un gran torneo.

Cansado de la selección, Terim regresará al Galatasaray, con el que logrará seis títulos y, con Gheorge Hagi como estrella, se convertirá en el primer club turco en ganar una competición europea: la Copa de la UEFA de 2000, frente al Arsenal.

El título le permitió fichar por el Fiorentina, en el que se ganó el favor de los aficionados, encantados tanto con su estilo de juego como con las malas relaciones que mantenía sin disimulo alguno con el presidente del club, Vitorio Cecchi Gori. Comenzó goleando al Milán (4-0) al que también eliminaría de la Copa de Italia y empatando con el Juventus (3-3), pero mediada la temporada ya anunció que no renovaría porque el presidente no quería invertir en nuevos fichajes.

El Milan, que lo había sufrido en el banquillo contrario, lo reclutó y lo presentó a lo grande, con fuegos artificiales y la Cabalgata de las Valquirias de Wagner como banda sonora. Pero nunca llegó a adaptarse. No se entendió ni con Silvio Berlusconi -algo esperado- ni con la plantilla de jugadores, que precipitó su caída.

Fue despedido por teléfono, poco antes de dar una conferencia sobre liderazgo en Estambul. "El Milan tendrá 65 millones de enemigos", auguró entonces en referencia a toda Turquía.

De vuelta a su país comenzó una segunda e infructuosa etapa en el Galatasaray y regresó también por segunda vez a la selección. Su paso por el equipo nacional fue el más exitoso. Condujo a Turquía a disputar la semifinal de la Eurocopa en 2008, tras remontar prácticamente todos sus partidos hasta caer por un apretado 3-2 ante Alemania en semifinales. "El equipo que nunca se rinde" fue apodado y a punto estuvo de alcanzar la final, si no hubiese sido por un gol de Philip Lahm, en el penúltimo minuto, que deshizo el empate.

Ahora, tras un nuevo viaje de ida y vuelta entre el Galatasaray y la selección, Terim afronta el reto de la Eurocopa en una tercera etapa. Con un discurso nacionalista y populista según convenga, nadie le discute nada en un equipo hecho a su imagen y semejanza.

Turquía se ha presentado en Francia bajo el lema Esto no acaba hasta que nosotros lo digamos, pero perdió su primer partido contra Croacia dando una mala imagen. Terim no dudó, entonces, en llamar la atención públicamente a sus dos jugadores estrellas: Arda Turan y Hakan Çalhanoglu, el centrocampista del Bayer Leverkusen, de los que dijo que no habían dado todo lo que podían.

Minutos después, el propio Turan acudía a la zona mixta del estadio del Parque de los Príncipes a "pedir perdón al pueblo turco". Tras esas excusas se adivinaba la mano de Fatih Terim, el sello que El Emperador impregna a sus equipos.