El enorme embotellamiento que se produjo desde cinco horas antes en la salida de Niza y la mayor seguridad en el control de los accesos al estadio han marcado los prolegómenos del encuentro entre España y Turquía en el Allianz Riviera.

Un enorme embotellamiento de 14 kilómetros, que también afectó a las vías secundarias, propició que acceder el recinto del OGC Niza se convirtiese en una odisea de más de dos horas, para un trayecto que normalmente se cubre en 20 minutos.

Quizá por eso el estadio, construido para la Eurocopa, presentaba un aspecto poco usual al comienzo del partido, con demasiados asientos vacíos que trataron de llenar con su entusiasmo los 15.000 hinchas turcos que viajaron a apoyar y los cerca de 7.000 españoles que animaron al equipo de Del Bosque.

Además, aumentó considerablemente la seguridad. Pese a que no era considerado un partido de alto riesgo, los actos violentos que se han producido en distintas sedes ha aconsejado un refuerzo del dispositivo, aunque se trate de dos aficiones que no mantienen relaciones enconadas.

Eso no evitó al temor a que grupos violentos de los clubes de ambos países pudiesen chocar por las calles de Niza y, de hecho, fruto de la colaboración entre la policía española y la francesa se pudo "retener" a unos hinchas de la Roja, con apariencia ultra, a los que los agentes consideraron peligrosos y que fueron conducidos a comisaría para prestar declaración.

Previamente, desde la víspera, se establecieron controles aleatorios a los vehículos en los peajes cercanos a Niza. En el atasco que se produjo en el Frèjus, a 60 kilómetros, quedó atrapado durante unos instantes el autocar de la selección turca, que viajó hasta Niza por carretera, desde su concentración en Bandol, a unos 200 kilómetros.