Un gol en propia meta del defensa Birkir Saevarsson, en el minuto 88, al tratar de sacar un centro casi sobre la línea de gol, frustró el sueño de Islandia, que ya se veía en octavos, ronda que casi asegura Hungría con el empate.

Hasta ese instante, la fiesta islandesa era completa, alimentada por otro error, en este caso del abuelo del torneo, el meta Gabor Kiraly, que primero despejó mal un balón y luego cometió penalti.

Pero pase lo que pase, el meritorio transcurrir del strákarnir okkar (nuestros muchachos) por la Eurocopa 2016 ya es histórico. Porque pocos apostaban que llegasen a la última jornada invictos.

Aguantaron, además, en medio de un ambiente explosivo, jugando la segunda mitad ante la grada húngara, que encendió petardos, lanzó bengalas y obligó a que su capitán, Balazs Dzsudzak acudiese a su fondo a pedir calma para evitar la suspensión del encuentro.

Si ante Portugal, en su debut en la alta competición, los islandeses hicieron un meritorio ejercicio de resistencia, contra Hungría no sufrieron tanto. Bastó con darle al equipo del alemán Bernd Strock lo que no quiere; la posesión del balón.

Porque a Hungría le gusta correr a la contra y no se siente cómoda con el control del juego. Dominó, pero sin precisión ni peligro, e Islandia pudo hacer lo que mejor sabe, defender con garra y pundonor.