La derrota de España ante Croacia es probable que provoque uno de esos radicales cambios de ánimo que se asocian al fútbol en un país como el nuestro y que ahora se pase de la euforia desatada al pesimismo más negro. Lo único cierto es que España perdió, y de forma justa, ante una Croacia que, simplemente, fue mejor. Fue curioso oír durante todo el partido a los comentaristas que lo importante para España era quedar primeros en su grupo para eludir a Italia en octavos de final. Pero el peor rival posible para los españoles era justamente el que en esos momentos tenían enfrente. En lo que hemos podido ver hasta ahora, Croacia es tan bueno o más que cualquier otro equipo, por no decir que el mejor. Y con Modric, que ayer no pudo jugar, más. Por muy perogrullesco que suene decirlo, perder con los croatas no es irremediable para España, ya que sigue en la competición. Y además en todos sus éxitos anteriores de la última época, del Mundial de Sudáfrica para abajo, España tuvo que tragarse algún marrón antes de cantar la victoria. En la duda, tras la derrota de ayer, de si la selección española queda tocada o hundida, lo más razonable es pensar que ha tenido una avería y habrá que esperar a saber si es capaz de repararla. Sin dar por seguro que lo hará, se sabe, porque lo ha demostrado, que tiene medios para poder hacerlo.

-Dos tiempos muy diferentes. En el primer tiempo la selección española parecía seguir tocada por la gracia. Todo le salía bien, incluso cuando lo hacía mal. Con Silva en el papel de Iniesta, marcó pronto y controló el juego, algo nada fácil, por la fuerte presión de los croatas, que, aunque defendieran bien, nunca esperaron atrás sino que disputaron con fuerza el balón en el centro del campo. La superioridad española solo se vio empañada entonces por dos defectos. Uno, su falta de decisión para concluir la jugada con remates a puerta. Otro, los graves errores individuales, en el que el de De Gea del minuto 13, superó con creces al de Ramos de un minuto antes. Cuando la vaselina de Rakitic dio en el larguero, luego en el poste derecho y se alejó de la portería sin traspasar la línea de gol, pudo pensarse que se cumplía esa ley no escrita según la cual la suerte ayuda al mejor. Pero no sería así. Reforzada en su moral por el gol del empate logrado en las postrimerías del primer tiempo, Croacia salió en el segundo tiempo en busca del partido. Y España fue incapaz de contemporizar. Lo normal es que haga correr a los otros, pero esta vez la selección española tuvo que correr detrás de un equipo que metió una velocidad más. Y, pese a las cautelas de Del Bosque con los cambios, se desfondó. El síntoma más claro fue cuando Iniesta persiguió un balón entre tres contrarios y lo perdió. En los partidos anteriores ocurría lo contrario y eran los españoles los que asfixiaban a los contrarios.

-Un penalti lo pudo cambiar todo. El árbitro holandés Kuipers echó una mano a España, pero resultó insuficiente. Primero no quiso ver penalti en el área española en una caída de Pjaca, en la que quizá hubo teatro, pero que hubiera impresionado a muchos de sus colegas. Y luego, en cambio, dio la pena máxima a favor de España en una caída de Silva cuando perseguía el mejor pase de Iniesta en todo el partido, al interpretar que había habido empujón de Vrsalkjo, cuando las imágenes mostraron que apenas había sido un ligero contacto. Para compensar, el árbitro permitió que en el lanzamiento de la pena máxima el guardameta croata se comportara como un portero de balonmano, adelantándose varios metros, lo que se convertiría en disculpa pero no en eximente para Sergio Ramos, que tiró mal.

-En el minuto 86. Esta Eurocopa es la de las postrimerías. Todo lo importante ocurre al final. España lo ha experimentado por activa y por pasiva. Si ganó a Chequia en el minuto 86, ayer ese minuto le resultó fatídico. Perisic, que, junto con Rakitic, había sido el más brillante jugador de Croacia, ganó una vez más una disputa en velocidad, esta vez a Juanfran, y encaró a De Gea por la izquierda. El portero español no estuvo fino y abrió al atacante un hueco demasiado grande junto al primer palo. Y por allí, donde en circunstancias normales, debiera haber estado la bota derecha del portero, se coló el balón, para euforia de los croatas y desconsuelo de los españoles. Aunque nada por ahora sea definitivo.