Julen Lopetegui se impuso a Joaquín Caparrós y José Antonio Camacho en el esprint final para ser el sucesor de Vicente del Bosque en el banquillo de la selección española, la más laureada de la última década. El premio era muy jugoso y el técnico vasco, que no era el favorito a las apuestas, venció a los demás aspirantes gracias a su buena labor en las categorías inferiores, su buena relación con buena parte de los jugadores susceptibles de ser convocados y sobre todo por ser el único que aseguraba una línea continuista.

El donostiarra siempre ha sido fiel a sus ideas. Le gusta que sus equipos propongan antes que opten por replegarse, busca ser protagonista con la pelota y es agresivo cuando no la tiene en su poder, un concepto que instauró en la roja el fallecido Luis Aragonés hace ya más de 10 años

Ángel María Villar ha optado por la elección más continuista de entre todas las posibles. Durante su etapa al frente de las selecciones sub 19 y sub 21, Lopetegui, con jugadores de la talla de Gerard Deulofeu, Jesé Rodríguez, Isco Alarcón, Denis Suárez, Paco Alcácer, Thiago Alcántara o Álvaro Morata, desplegó un fútbol ofensivo, vistoso y que por momentos recordaba al que practicaban los mayores mientras conquistaban uno tras otro títulos europeos y mundiales.

España ha conseguido lo que ninguna otra con la filosofía de toque, algo que abraza Julen Lopetegui desde sus orígenes en los banquillos y que ya demostró en la propia Federación.

Muchos le pueden achacar su fracaso en el Oporto, más entendible si se analiza que de la primera a la segunda temporada perdió a hombres tan trascendentales como Casemiro, Jackson Martínez, Óliver Torres, Danilo o Álex Sandro.