Londres 2012 iba a ser la última parada de Michael Phelps, el punto y final a la mejor historia de amor entre un deportista y los Juegos Olímpicos. Pero el insaciable nadador estadounidense ha vuelto y con fuerzas renovadas. Tras su sanción disciplinaria por conducir bajo los efectos del alcohol, al de Baltimore le picó de nuevo el gusanillo de la piscina y decidió intentar escribir una nueva página. En el camino, volvió a disfrutar del proceso. Esas ganas de entrenar, de sufrir, de pulir hasta el más mínimo detalle que había perdido tras Pekín 2008 y que le costaron algún disgusto en la capitán británica, como ceder la corona de su 200 mariposa y la de 400 estilos. Aprendida la lección, más maduro y mucho más selectivo en sus apuestas, Phelps se presenta en Río con el objetivo de ser el primer campeón olímpico mayor de 30 años. Todavía le quedan barreras por romper para ser recordado, si no lo es ya, como el más grande de todos los tiempos.

Tendrá tres balas: 200 estilos y 100 y 200 mariposa. En la primera se presenta con la mejor marca mundial del año por delante del japonés Kosuke Hagino y de su compatriota Ryan Lochte. Los dos compañeros llevan pegándose por el dominio mundial desde 2008. Lochte ganó la batalla en Londres, pero en los 400, lo mismo que el nipón, que le dejó fuera del podio. Muchas cuentas pendientes. En el 200 Phelps sacó toda su garra para resurgir de sus cenizas y lograr el oro, por lo que en Río podría conquistar su cuarto título consecutivo. Nadie antes lo ha conseguido en natación. Si no le sale en esta prueba, todavía tendrá el 100 mariposa. También ha sido el más rápido de 2016, pero Chad le Clos le pisa los talones. El sudafricano fue su verdugo en Londres en el 200, la primera derrota del estadounidense en esta distancia en doce años. En Río a ambos les ha salido un rival que, si no inesperado, se ha colado en la lucha, el húngaro Laszlo Cseh, hastiado de perder ante los americanos en las pruebas de estilos, reconvertido en mariposista y hasta el momento el mejor del curso.

La presencia de Michael Phelps eclipsa incluso a la que se postula como reina indiscutible de los Juegos. Seguramente Katie Ledecky sea la mejor nadadora del campeonato. Su dominio en la media y larga distancia es incuestionable. No parece que tenga rival, salvo en los 200 libres, donde la italiana Federica Pellegrini y la sueca Sarah Sjostrom pueden darle un susto. El 400 y el 800 son casi una victoria seguro, con los récords del mundo que ella misma posee pendientes de un hilo. Tenía solo 15 años cuando este prodigio de la naturaleza ganó el oro en Londres en 800 libres, poniendo la primera piedra de una carrera que le llevará a marcar un antes y un después en la natación mundial. En 2012 lideró la revolución de las adolescentes. Cuatro años después, la lituana Ruta Meilutyte, toda una desconocida entonces que ha ganado todo en este ciclo olímpico, quiere repetir el oro en la braza aunque le han salido rivales inesperadas en la bando estadounidense. La china Shiwen Ye, sin embargo, es toda una incógnita. Deslumbró con sus segmentos de crol en Londres, más rápidos incluso que los de los hombres, para después hundirse en el anonimato de marcas y resultados.

En Río la única que puede cuestionar el trono de Ledecky es la húngara Katinka Hoszzu. La denominada Iron Lady, acostumbrada a nadar hasta ocho pruebas en un solo campeonato, ha reducido su calendario en Río a cinco pruebas: 100 y 200 espalda, 200 mariposa y 200 y 400 estilos. Tiene opciones reales de ganar las cinco. Otro prodigio físico cuyo talento está a prueba de falta de combustible.