Cancellara se marcha del ciclismo con una medalla de oro colgada del cuello. Pocas despedidas habrá más perfectas. Ocho después de su triunfo en la crono olímpica de Pekín, el suizo de muslos inabarcables voló en el complejo, sinuoso y duro circuito de Río de Janeiro para conseguir una victoria incontestable, el colofón perfecto para un corredor que nos recuerda que la grandeza en el ciclismo no pasa siempre por ganar el Tour de Francia. El de Berna relegó al resto de los cajones del podio a Tom Dumoulin y a Chris Froome. Allí estuvo a punto de subirse Castroviejo, que se quedó a solo cuatro segundos de la medalla tras firmar una crono espléndida en la que fue subiendo su rendimiento de manera asombrosa hasta quedarse a un paso de superar al británico ganador del Tour de Francia.

Pero ayer fue el día de Espartaco. Cancellara sacó ese pedaleo poderoso que parece va a reventar la bicicleta. Frente al estilo más académico de algunos de sus rivales -como el australiano Dennis, al que una avería apartó de un podio que tenía a tiro-, el suizo representa la fuerza bruta. Un saco de músculos desatado por Río de Janeiro y al que los dos duros repechos que había que afrontar dos veces no supusieron el mínimo inconveniente. Solo en el segundo parcial surgieron dudas sobre su rendimiento. El suizo se había tomado con calma el descenso del primer repecho (resbaladizo por culpa de la lluvia) y confiado en que tenía tiempo para exprimir el recorrido. Las últimas dos temporadas las caídas le han impedido el asalto a algunos de los grandes objetivos del año y gestionó con tranquilidad ese tramo complicado sin importarle ceder la iniciativa ante Dennis y Dumoulin, bastante recuperado después de haberse roto el radio en una caída en el Tour de Francia. Pero a partir del kilómetro 20, Cancellara fue una bestia descontrolada que tomó la cabeza de la prueba y no paró de estirar la ventaja con sus rivales. Le esperaba la gloria del oro, la despedida perfecta para la carrera de uno de los más grandes ciclistas de este tiempo. Por detrás Dumoulin agarró la plata y Froome, en un circuito que parecía ideal para sus condiciones, apretó los dientes para evitar que Castroviejo se subiese al podio. Solo cuatro tristes segundos le separaron de él. El de Getxo, que ya había dado la cara en la carrera en línea de hace unos días, volvió a cumplir para quedarse con la medalla de chocolate.