Uno, dos, tres y cuatro. Atenas, Pekín, Londres y Río de Janeiro. Y siempre Michael Phelps. Doce años como rey del 200 estilos. Otro récord, otra marca para la historia que ya comparte con el gran Carl Lewis y el discóbolo Al Oerter. Porque en el número de medallas olímpicas hace tiempo que se ha quedado solo. Con esta van 26, 22 de ellas son de oro. Cuatro en Brasil. Una, dos, tres y cuatro. Como los dedos que señalaba con su mano nada más tocar la pared y cuando subió al podio para escuchar el himno. Primero sonriente, divertido. Después con las emociones a flor de piel, conteniendo a duras penas las lágrimas. Una montaña rusa de sentimientos para el que sabe que está reescribiendo la historia.

Con 30 años, el cuerpo le aguanta pese a que sus tiempos no son los mejores y a que su recuperación no es la misma que en Pekín, cuando contaba con 22. Es más, ahora mismo hay más deportistas capaces de nadar a la altura, e incluso más rápido, que el de Baltimore. Pero Michael Phelps sigue ganando. Su secreto es que es el mejor en las finales. Su mentalidad ganadora visiona la prueba. Sabe lo que tiene que hacer en cada momento. Y si le toca improvisar, siempre decide lo correcto. Es una máquina de nadar. Pero sobre todo, es una especia de Terminator de la competición. Se le nota en la mirada. Nada ni nadie puede separarle de su objetivo. Da la sensación de que Phelps llegará a Tokio 2020 y seguirá subiéndose a lo más alto del podio. Simplemente, que ganará siempre que quiera.

Hace cuatro años, el estadounidense resurgió de sus cenizas precisamente en 200 estilos. Venía de quedarse fuera del podio en 400 estilos y de que Chad le Clos le robara la cartera en un 200 mariposa que no perdía desde el año 2000. Cuando parecía que se retiraría por la puerta de atrás, todavía le quedaba un as bajo la manga. En una final de infarto le volvió a ganar la partida a Ryan Lochte y Laszlo Cseh. Más fácil lo tuvo ayer. Lochte y el local Thiago Pereira solo aguantaron la primera parte de la prueba, los tramos a mariposa y espalda. En el segundo viraje metió medio cuerpo de por medio a sus rivales para ponerse con la braza y afrontó el último largo a crol totalmente destacado (1.54.66) mientras el japonés Kosuke Hagino (1.56.61) y el chino Wang Shun (1.57.05) daban caza a los osados que habían intentado perseguir al de Baltimore.

La jornada deparó también el doblete en la espalda de su compatriota Ryan Murphy. Ganó el 200 después de su título en 100, dos oros para un prodigio que se postula como el digno heredero de Aaron Peirsol. El australiano Mitch Larkin y el ruso Evgeny Rilov le obligaron a exprimirse al máximo, con respuesta a lo grande del joven estadounidense. El 100 libres femenino tuvo doble victoria norteamericana con la yanqui Simone Manuel, primera mujer de raza negra en proclamarse campeona olímpica, y la canadiense Penny Oleksiak, de tan solo 16 años. Ambos se aprovecharon del suicidio de la recordwoman mundial Cate Campbell, que salió en tromba los primeros 50 metros y no pudo aguantar el ritmo. Los 200 braza femenino fueron para la japonesa Rie Kaneto, imparable en una final en la que la rusa Yuliya Efimova volvió a ser segunda, igual que en el 100 e igual de abucheada, y con la china Jinglin Shi tercera.

La sombra del dopaje no abandona la piscina. Cuando parecía que empezaban a calmarse las aguas tras el maremoto desatado por la presencia de la rusa Yuliya Efimova y el chino Sun Yang, se conoce que una compatriota del campeón de los 200 libres, Chen Xinyi, de 18 años, dio positivo por hidroclorotiazida, un diurético prohibido, en el control al que fue sometida tras la final de 100 mariposa, en la que acabó cuarta. La china, que el año pasado fue oro en el Mundial de Kazan en el relevo de 4x100 estilos, ha solicitado el contraanálisis según confirmó la federación de su país.