Asomó Usain Bolt por el estadio y rugió la muchedumbre que desde hace meses había agotado las localidades de los días en que compite el jamaicano en el estadio. Por muchas medallas que gane Phelps en la piscina, Bolt es el dueño de este tinglado y la gesta que persigue más atractiva desde el punto de vista mediático que la colección interminable de medallas del nadador de Baltimore.

La próxima madrugada arranca la función. Usain Bolt disputa (salvo que ocurra un accidente en las semifinales que se celebran un par de horas antes) la final de los 100 metros. La primera de las tres carreras que pueden conducirle a conquistar su tercer triplete consecutivo en un mundo tan complejo como el de la velocidad. Todo sucederá a eso de las 03.30 horas en España. Una fugaz carrera que se moverá por debajo de 9,80 segundos y en la que Usain Bolt se va a ver las caras con sus "viejos conocidos" de los últimos años porque en este ciclo olímpico apenas se han producido escandalosas irrupciones como sí ha sucedido en otras distancias.

Bolt se estrenó ayer en las series clasificatorias. Simples entrenamientos para los grandes favoritos donde no se atiende a la marca sino a la impresión que ofrecen los atletas. En el caso de Bolt la carrera tenía mayor importancia porque era su primer cien desde que en Jamaica en el mes de junio, durante los campeonatos nacionales, sufrió un pinchazo que puso en duda durante unas horas las condiciones en las que llegaría a la cita de Brasil. Tomó un avión y se plantó en Francia para ser atendido por el médico de la selección alemana de fútbol -que por entonces estaba en medio de la Eurocopa- que puso todo en su sitio y le sacó cualquier temor de la cabeza. Llegaría a Río en tiempo y hora. Disputó un 200 en Londres el 22 de julio que ganó en una carrera muy criticada por su preparador, Glenn Mills, pero aún así demostró una distancia sideral con el resto de competidores. Ayer ratificó esa impresión. Bolt salió mal como es costumbre, aceleró y a falta de cuarenta metros ya iba viendo a los lados para comprobar que no tenía sentido forzar la maquinaria. Estaba donde quería y el mensaje ya había sido lanzado.

Bolt, que parece más sereno y limita su serial de gestos previos a la carrera, vive sus últimos Juegos Olímpicos dispuesto a agrandar su inmensa leyenda. Nadie podrá discutirla independientemente de lo que suceda en Río, pero está en juego llevarlo a un punto que nunca nadie pudo imaginar. Un reinado en la velocidad que se extendería durante casi una década tras regalar algunas de las mejores carreras de la historia. Bolt ha entendido también que lograr esa heroicidad exige mucho más que hace unos años cuando su cuerpo no tenía los treinta años actuales. Se habla mucho de su tradicional gusto por la comida rápida, por la música y el desenfreno. Pero ahora es otro hombre. Come mejor, descansa más, se cuida de un modo más meticuloso para alcanzar en Brasil su última gran conquista. Ya habrá luego tiempo para disfrutar de todo lo que le ha reportado el atletismo. En la villa olímpica vive algo más desconectado del resto de los deportistas porque ha llegado a agobiarle la atención exagerada que despierta. Como algunos de los grandes de esta cita, no puede dar un paso sin que le caigan encima un puñado de deportistas armados con sus smartphones en busca de la foto que más atención despertará en su regreso a casa. Por eso dedica más tiempo a esconderse y a descansar en su habitación de la villa.

En la final de esta noche tendrá a su lado a los mismos rivales que ha tenido a lo largo de sus últimos años. La principal amenaza volverá a ser el americano Justin Gatlin que ha perdido volumen muscular de forma evidente en los últimos años en busca de liberarse del peso que le puede acercar a Bolt. Ayer se apreció de forma evidente el cambio. Igual de rápido eso sí. Ha trabajado sus primeros pasos en busca de esa distancia que le permita resistir con garantías esos últimos metros en los que todos los velocistas pierden velocidad mientras el jamaicano la mantiene y se traga a todos sus rivales. Esa es la clave de todo.

Al margen de Gatlin en escena también se verá al pequeño Bromell -el americano que más atención despierta de cara al futuro- y al jamaicano Blake dispuesto a derribar al jefe de la tribu después de haber pasado un periodo complicado la pasada temporada. Esta temporada apenas ha competido y ha dejado una marca de 9,94 que no parece gran cosa. Pero hoy volará como la gran mayoría y como harán el resto de los finalistas donde también estará seguramente el canadiense De Grasse o el francés Vicault. Pero el mundo contendrá la respiración para asistir a una nueva función del rey de los Juegos.