El nadador estadounidense Michael Phelps puso fin este sábado por segunda vez a su periplo olímpico y lo hizo conquistando una nueva medalla de oro para su ya extenso palmarés, prácticamente inalcanzable para cualquier otro deportista con 28 metales -23 de ellos dorado-, momento en el cual reconoció que casi se le saltan las lágrimas. "Cuando entré en la piscina esta noche casi me pongo a llorar. El último calentamiento, la última vez poniéndome el bañador, la última vez frente a miles de personas representando a mi país", afirmó Phelps tras su última actuación en la piscina olímpica de Río.

El de Baltimore contaba con 15 años cuando nadó por primera vez en unos Juegos, los de Sidney 2000, donde inició su colecta y su camino hacia la historia pasando posteriormente por Atenas 2004 (8 medallas), Pekín 2008 (8) y Londres 2012 (6) para finalizar en Río 2016 (6) con un total de 28 preseas, 23 de ellas de oro. En el cierre de la actividad de la piscina de natación, Phelps no falló en su cita con el oro. 24 horas después de su plata en 100 mariposa, el de Baltimore se reencontró con el sonido del himno de las Barras y Estrellas en el podio gracias al relevo 4x100 estilos. "Esta es la forma de la que quería acabar mi carrera", subrayó.

Phelps superó en Río el reto más difícil de su carrera, un desafío por encima de récords y medallas, una batalla contra sí mismo, una pugna por dejar definitivamente detrás de sí la leyenda y adentrarse en la normalidad.

Da igual si Phelps no pudo colgarse el oro en cada una de sus seis pruebas, o si debió conformarse con la plata en 100 mariposa. Un podio más o menos no va a cuestionar su condición de mejor nadador de todos los tiempos, pero el norteamericano sí necesitaba asumir conscientemente el final de una etapa, dar convencido su última brazada.

Michael Phelps no quería volver a cerrar su carrera en falso, tal y como ocurrió hace cuatro años cuando anunció su retirada tras unos Juegos de Londres a los que acudió, como reconoció, hastiado, por pura rutina, empujado por el miedo.