Primero se arrodilló, después se tiró sobre la pista y durante unos segundos se quedó allí, tendida boca abajo, y dio puñetazos con la mano izquierda. Después Fernando Rivas y Anders Thomsen, sus técnicos, se acercaran a ella para abrazarla y ayudarla a levantarse como nueva campeona olímpica.

Fue lo que hizo Carolina Marín al terminar el partido contra la india Pusarla V. Sindhu, la rival más dura que ha tenido en los Juegos de Río. La única que la ha ganado un set, el primero de la final, y que la ha obligado a dar la vuelta a un partido que la asiática nunca dio por perdido.

Con la derrota asumida y después de una hora y 23 minutos de juego y desgaste, Sindhu bordeó la pista para saludar a Marín, todavía en el suelo, y felicitarla por la victoria más trabajada de las cinco que la onubense ha sumado en Río.

Aquí llegó diciendo que venía a por el oro y de aquí se va con ella colgada al cuello, junto a la de la virgen del Rocío que la acompaña en las competiciones.

Vestidas de rojo y amarillo, respectivamente, Marín y Sindhu también se abrazaron en la pista y saludaron juntas a un público que llenó el pabellón cuatro de Riocentro, para disfrutar con el juego espectacular de ambas y con un partido que las engrandece y que marca un hito histórico.

Marín, que ya rompió moldes al convertirse en la primera no asiática que gana dos mundiales consecutivos (2014 y 2015), es también desde hoy la primera jugadora que gana el oro olímpico sin haber nacido en Asia.

El público, afín y contrario, reconoció ese logro tras las banderas de España e India que colgaban de las gradas del recinto. Los seguidores de una y otra y aplaudieron los zurdazos de la onubense y los derechazos de la india, una jugadora de 21 años, dos más joven que Marín, que no dejo de encandilar a su afición.

Tampoco lo hizo la onubense, arropada por familiares y españoles de distintos lugares, ubicados detrás de banderas rojas y amarillas, como una de gran dimensión en la parte alta del pabellón con el lema "Corella (Navarra) con Huelva".

Tras la ovación generalizada por el partido llegó el momento de gloria. Ese ceremonioso para subir al podio montado junto a la pista y recibir la medalla que completa un palmarés difícilmente igualable. El momento que Marín imaginaba antes de que ayer la tocara salir a jugar mientras mezclada entre el público veía el partido de dobles que precedía al suyo.

Mientras se entregaban las medallas, Fernando Rivas observaba el momento como cualquier espectador desde la grada y contuvo la emoción cuando Carolina recibió su oro en lo más alto del podio.

Ella tenía lágrimas en los ojos cuando bajó de él después de escuchar el himno nacional. Pese a la emoción logró poner una sonrisa en su rostro y morder el oro ante los fotógrafos.

Hace cuatro días Carolina Marín celebró el primer aniversario de su segundo mundial. Ayer ha hecho que el himno español suene por primera vez en unos Juegos Olímpicos en honor del bádminton, un deporte en el que ella empezó a hacer historia hace ya once años, aunque entonces no lo sabía.