El Barcelona consumó de manera contundente su semana de redención tras caer contra el Alavés y, después de castigar con dureza al Celtic en Champions, hizo lo propio con el Leganés en su visita a Butarque (1-5).

Una vez más Luis Enrique apostó por las rotaciones en su once inicial. A la ausencia ya conocida de Busquets en el centro del campo se sumó la de Sergi Roberto, que ocupó plaza en el banquillo. Ambas circunstancias propiciaron una modificación de dibujo con defensa de tres compuesta por Piqué, Mascherano y Umtiti.

El experimento tenía algo de osadía ante un rival que estaba dispuesto a morder desde el arranque sin preocuparle las consecuencias. Carentes de complejos, los blanquiazules apostaron por una presión alta que dificultaba la salida de balón visitante. La idea, marcar un gol tempranero y resistir.

Hacía falta alguien que encendiera la luz del Barcelona y en esta ocasión se encargaron de hacerlo Messi y Suárez. No habían avisado, no habían intimidado, pero aparecieron para guiar al Barça de nuevo a una victoria en Liga.