La corredora catalana Elena Congost, que compite en la categoría de discapacitados visuales, se hizo con el oro en la prueba femenina de maratón clase T12, mientras que en masculina se hicieron con la plata el asturiano Alberto Suárez en esa misma clase y Abderrahman Ait en la T46 de físicos.

Elena Congost, que dominó la carrera desde el principio, paró el cronómetro en 3h01:43, su mejor marca personal. Por detrás quedaron la japonesa Misato Michishita, que fue plata, y la brasileña Dorta De Jesús, que se colgó el bronce. La otra española en la prueba femenina, la veterana Mari Carmen Paredes, no finalizó la prueba.

En la categoría masculina de clase T12 para discapacitados visuales, el asturiano Alberto Suárez logró la plata con un tiempo de 2h33:11, por detrás del marroquí El Amin Chentouf y por delante del japonés Masahiro Okamura.

Desmayo

El atleta gallego Gustavo Nieves, que fue líder durante gran parte de la prueba, se retiró cerca del kilómetro 35. "Me tomé el gel en el 33, me sentó mal, me dicen que me eché a caminar, tomé una última curva y me desmayé. Cuando me levanté tenía una mujer echándome agua en el pecho y los pies en alto", dijo el corredor gallego, al que le afectó el sofocante calor que hizo durante toda la prueba.

En la categoría T46 para discapacitados físicos, el marroquí nacionalizado español Abderrahman Ait, plusmarquista mundial de la distancia (2h26:54), volvió a quedarse segundo, como ya le había sucedido en Londres, pero esta vez por detrás del chino Chaoyan Li, que fue primero.

"Pido disculpas porque quería ganar el oro, pero no ha sido así. Sigue la maldición de la plata", declaró Ait, plata en el maratón de los Juegos de Londres (2012) y también plata en los 1.500 metros de Pekín (2008).

A pesar del logro conquistado, Ait también anunció que es posible que lo deje por falta de ayudas que sí tienen otros. "Estoy muy quemado, no tengo el apoyo suficiente que tienen algunos compañeros. Tras esta carrera, hay que pensarlo y a lo mejor lo dejamos", expresó Ait tras ganar la plata.

Ait, cuando tenía ocho años, cayó en un pozo seco y se rompió el brazo. La asistencia sanitaria deficiente que recibió provocó que se le gangrenase la zona herida y que la única solución para salvar su vida fuese la amputación.